Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Nos ahogamos en la semántica

Invadidos como estamos de las incoherencias, las inseguridades y las veleidades, la confusión nos deriva hacia el poder magnético de la semántica. Mientras las víctimas mortales se multiplicaban, se llenaban los hospitales, arreciaban los contagios, anhelamos la nueva normalidad como el edén anunciado a bombo y platillo. Cuando aflojaron las estadísticas, nos prometieron que saldríamos más fuertes. Y, tras la mejora cuantitativa, arraigó la idea oficial de que también acabaríamos siendo mejores. De tal manera que, con la desescalada, pese a los anuncios de que el otoño sería caliente -aunque no en lo político, como suele suceder en cada arranque de curso-, nos lanzamos a las vacaciones de verano y al consumo desenfrenando, haciendo gala de la especialidad de los españoles: esperar a última hora hasta atender los problemas y buscar las soluciones. ¡Para qué planificar! Eso es de los bárbaros del norte. Claro, en ese entretiempo, el solecito trajo la desmemoria y olvidamos que existía un compromiso firme no sólo de mejorar las retribuciones de los sanitarios, sino de reforzar las plantillas para evitar nuevos sofocos. Luego vino a ser que, en verdad, las subidas salariales fueron para funcionarios y pensionistas, mientras la disputa por los rastreadores fue flor de un día (o medio).

La última controversia, con la vacuna a la vista y las cifras aún graves, ha sido la de la Navidad. Una ciudadanía concienciada como nunca de la necesaria frugalidad en los encuentros se topa con que multiplicamos los comensales y añadimos a los familiares los allegados. Y otra vez la pugna semántica, darle vueltas al sentido de la palabra, cuando todo se puede resumir como hizo el presidente aragonés, Javier Lambán: Abrir las opciones a semejante aluvión es una barra libre para la saturación de las mesas. Y, de aquellas barras libres, vendrán duras resacas.