Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Barbastro elige sus caminos

Barbastro es una de las ciudades aragonesas con más determinación a la hora de definir los caminos que abren oportunidades de futuro. Lo ha demostrado tradicionalmente, en buena medida por el arraigo de determinadas condicionantes históricas que marcan el carácter, como la vocación ferial que data de 1513 en el caso de La Candelera (sin duda, principio y fin del año barbastrense), la configuración de un comercio espléndido y secular, la atracción de industrias emblemáticas de la provincia y, de modo muy especial, la habilidad para cultivar una huerta diferencial de la que emanan vinos reconocidos mundialmente, aceites en camino de adquirir una nombradía líder, el tomate rosa aureolado con el sello de la autenticidad. Se añade un turismo en el que se engranan armónicamente el patrimonio monumental, un entorno natural fastuoso y un espíritu de servicio que convierte cada visita en una ocasión para derrochar afabilidad. Una ciudad cálida, sin duda.

A los orgullos justamente jalonados a lo largo de los anales, se añade una posición geoestratégica propicia para reconocerse y proclamar su situación de lugar de arranque hacia otros destinos como el de las estaciones de esquí. A pie de nieve, tal es la realidad que recuerda para un turismo eminentemente familiar.

Por todos éstos motivos y uno que cimienta el argumentario, que es el de una población de la que brotan personalidades ilustres y ciudadanos anónimos pero entusiastas, Barbastro puede presumir pasionalmente de ser una ciudad sin complejos, que ha peleado contra la resignación imperante en la pandemia a golpe de sostener su programación con fórmulas innovadoras. La revista que hoy se encarta con nuestro diario es un ejemplo contagioso de ilusión y compromiso.