Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

...Y la vida se devalúa

...Y la vida se devalúa
...Y la vida se devalúa
E.P.

Recurrentemente, durante los últimos meses me asaltaban imágenes de "En el estanque dorado". La magia de una interpretación de Henry Fonda y Katharine Hepburn obró el milagro de que un veinteañero como yo empatizara con las dos formas de asimilar, sufrir y disfrutar la vejez. Durante la pandemia, pensaba en aquel lago y aquellos bosques, y en las conversaciones tan reales de la fantástica pareja cinematográfica. Es, pese a los tormentos de los recuerdos de plenitud de Norman, el escenario que merecían todos nuestros abuelos, asediados en sus residencias y en sus casas por el virus, derrotados en la batalla por la supervivencia en tantos casos.

Ni más fuertes, ni mejores, ni toda la sarta de tonterías oficiales. Se ha devaluado la vida y, con ella, la dignidad del ser humano. El INE nos ha dicho que 18.557 muertos no fueron acogidos por las cifras institucionales sólo hasta mayo. En mes y medio. Fallecidos no sólo anónimos, sino calcinados en el ábaco de la contabilidad mortuoria. Aunque los febles de conciencia, los relativistas sinsentido, los acomodaticios sostengan que da igual, no es así... salvo que definitivamente pongamos alfombra roja a la falsedad y los falsarios. Salvo que, en el mejor de las tesituras, admitamos incompetencia en vez de iniquidad. Pulpo como animal de compañía. A dormir bien.

Es general. Cuando Pakito salía por la puerta de la cárcel de Zuera, el honor y el valor de sus víctimas, de esos niños de Zaragoza, quedaban hechos cenizas. Cuando nos hacemos trampas al solitario y hacemos pasar a los migrantes por turistas, nos convertimos en rehenes de nuestra incoherencia. La ética agoniza mientras la vida se deprecia. Siquiera, un réquiem.