Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La hostelería necesitada de ánimo

Fue un despertar moderadamente dulce para la hostelería. Por un lado, todavía paladeaba las dos nuevas Estrellas Michelin del Espacio N/Venta del Sotón y del Restaurante Callizo de Aínsa, que se sumaban al Lillas Pastia y el Tatau Bistro, de acrisolada trayectoria en el firmamento gastronómico de la guía roja. Un motivo de satisfacción general y, además, de legítimo interés porque sin dudarlo representa un aliciente para el destino turístico de la provincia y, particularmente, de Huesca y su entorno porque tres establecimientos en una ciudad de apenas 54.000 habitantes constituye una expresión de excelencia coquinaria y, consecuentemente, un atractivo importante. Todos somos conscientes de que los refectorios mueven un turismo de calidad.

La segunda gran satisfacción era la apertura -seguramente insuficiente- de un 30 % de los interiores de los bares, cafeterías y restaurantes, con lo que las escenas de gelidez casi insoportable en las terrazas -ya al 100 %- apenas quedaban restringidas a los fumadores o los escasos valientes que desafían los rigores climáticos. La hostelería, como los gimnasios y otros locales de concurrencia pública, respira, recupera algunos de sus trabajadores (imposible la totalidad en esas condiciones de viabilidad muy comprometida, por no decir punto menos que irreal) y se apunta a un leve optimismo después de meses de padecer las consecuencias de la evolución sanitaria. Más allá de lo que las circunstancias impongan, los ciudadanos hemos de ser ahora responsables en nuestro consumo, correspondiendo a los ingentes esfuerzos de esta actividad, igual que de nuestro comercio, de nuestra cultura o de nuestras instalaciones deportivas. Ellos aportan su voluntad de servicio y nosotros hemos de recobrar nuestros hábitos con prudencia y ánimo.

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