Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Protección individual ante la indecisión pública

La advertencia del presidente del Gobierno de la posibilidad de que las comunidades autónomas endurezcan las medidas para las Navidades si, como parece, se consolida un repunte de los contagios de coronavirus constituye todo un aviso a navegantes. En esta crisis sanitaria, la experiencia dicta que todo lo que puede ir mal acaba yendo a peor, una especie de fatalidad que señala que la punta del iceberg tiene una masa tremenda debajo que nos deja muy fríos. Los datos constatan que, pese a que el puente de la Inmaculada no se caracterizó precisamente por una gran movilidad, arrastramos su influencia y para las próximas fiestas el temor se multiplica. Confluye además que la vacuna está en ciernes, con Reino Unido aplicándola y a la espera de que la Unión Europea dé la luz verde inminente para comenzar a inyectarla en los colectivos más vulnerables. En este contexto, choca más la alegría -y un punto de irresponsabilidad- con la que el ejecutivo central nos ha enzarzado en la disputa sobre el número de comensales posibles en las fechas más indicadas y sobre su cualidad, con el término "allegados" en el centro del debate. No es de recibo, bajo ningún concepto, tamaña ligereza cuando todos los expertos señalaban esta posibilidad.

La indecisión -rayana en la carencia de rigor- pública demanda una respuesta individual responsable. Quizás sea la Navidad más carente de emoción y tristeza de nuestras vidas, desde luego lo va a ser en el plano colectivo, con el desarraigo cultural que significa, pero en un cálculo de probabilidades lo mejor es tender a cero. Apostar por la prudencia, por la sensatez, renunciar al contacto con los grupos más sensibles, que en general son nuestros mayores, y dejar para más adelante, con plena seguridad, todas las celebraciones juntas. Busquemos la protección.

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