Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Plan Aragonés de Estrategia Turística

La primera buena noticia de un plan estratégico llega cuando, en las fases de diagnóstico, reflexión y conclusiones previas a la acción, están todos los que son y son todos los que están. Esto es, que la participación ha sido cuantitativamente representativa y cualitativamente plausible, o sea, que interviene la globalidad de los afectados y que, además, lo hacen los mejores. Se ha conseguido en la planificación aragonesa de Estrategia Turística para los años 2021-2024. La flexibilidad que ha caracterizado las etapas para la actualización del predecesor obedece a la necesidad de convertir en virtud las actuales circunstancias negativas, adversas, que demandan saltar por encima de las dificultades aprovechando las fortalezas. Y es que, frente a algunas visiones despectivas respecto a esta actividad, hay que convenir que, sirviendo calidad, esculpiendo la hostelería, en Aragón, en Huesca y en España somos realmente buenos. Competitivos, como indica la gran cantidad de visitantes que, más allá de los atractivos naturales o monumentales, valoran factores como la comodidad de nuestras estancias, el placer de nuestros refectorios públicos, la calidez de nuestras terrazas y bares, la accesibilidad en cuanto a precios que no es cuestión baladí para los extranjeros, y también la magia que atesoran todos los profesionales para elevar a la categoría de experiencia singular una presencia activa, en la que todos los agentes juegan su papel para conformar un ocio líder.

La coyuntura actual, independientemente de que ha auspiciado una destrucción brutal de empleos y establecimientos, incorporará enseñanzas que convertirán debilidades latentes en oportunidades para seguir creciendo, sin obviar la buena base precedente pero sí reconociendo que el turismo del futuro reclamará unos estándares que nos harán más pulcros, saludables y seguros.