Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Macron, una de antígenos

Macron, una de antígenos
Macron, una de antígenos
EFE

Venía Emmanuel Macron de una aclamación popular con vuelta al ruedo. Un vídeo viral en el que, en dos minutos, exponía con clarividencia las incoherencias a las que esta sociedad se ha sometido sin pestañear, sin aplicar un mínimo de reflexividad para la crítica, asumiendo maximalismos que bombardean directamente la capacidad intelectiva de generar criterios propios ante el imperio de la dañina posverdad. Esas cuestiones que, aplicándonos con una mínima ración de análisis, no pasarían ni la primera prueba del rigor ejercido con responsabilidad.

Aseguraba John Maynard Keynes, el economista británico que tanto ha influido en determinadas corrientes de pensamiento político, que cuando esperamos que ocurra lo inevitable, de repente surge lo imprevisto. Enfrascados como estábamos en la digitalización, la volubilidad de los paradigmas o el cambio climático, nos invadió la pandemia y, con ella, un escenario violentamente diferente que reclamará reinvención forzada y urgente.

Estábamos aplaudiendo a Macron, que entre líneas abogaba por un reaprendizaje de los viejos valores, cuando se nos cayó con el equipo por su inesperado contagio. No es que sea algo excepcional, pero no deja de resultar chocante que, mientras todos los futbolistas profesionales entran al campo tras someterse a test, igual que los contertulios televisivos de Ana Rosa o Susanna, la cumbre de la OCDE tenga lugar sin las mínimas pruebas y, por el positivo del francés, con la consecuencia de un confinamiento masivo de líderes, entre ellos nuestro presidente. De tal guisa que ahora tengamos que explicar que en la regla está la excepción y la ejemplaridad no entiende de clases.