Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Amor en las distancias

Amor en las distancias
Amor en las distancias
S.E.

Maldita es la paradoja de esta Navidad, en la que el mayor afecto no se demuestra en el abrazo ni el cariño en la proximidad física. Por el contrario, hoy toda expresión de amor ha de pasar por el tamiz de la responsabilidad, que es la cualidad que definirá la reconquista de los viejos e imprescindibles usos del ser humano.

Soy consciente, cuando reconozco que por vez primera en 59 años no voy a disfrutar de la Nochebuena con mi madre, de que la decisión es dolorosa. Y, sin embargo, la entereza de las personas se mide por la coherencia, esto es, por la capacidad de alinear nuestras convicciones con nuestros hechos. Lo contrario es insensatez, imprudencia y engaño. Decía el prolífico William Sommerset Maughan, un superventas de libros cuyos ingresos para sí quisieran las grandes estrellas de la canción, que a veces el camino más largo es la distancia entre dos personas, aunque Borges ya se anticipó a la digitalización al asegurar que antes las distancias eran mayores porque el espacio se mide por el tiempo. No conoció el genial argentino la época actual, donde la facilidad de vulnerar los kilómetros a través de las nuevas tecnologías no repercute sino en incomunicación wasapera.

En un alarde de congruencia, debiéramos estar a estas alturas ensayando las palabras y las fórmulas para manifestar nuestro cariño a las personas que más queremos. Habríamos de husmear, entre las recetas de nuestras abuelas, el aroma que entre las líneas de la vida se desprende de los genuinos gestos con los que, ayunas de posibilidades materiales, nos acariciaban. Y este día 24, vencer a la lejanía con unas cuantas raciones de esos mimos que proyecten nuestra gratitud.