Opinión
Por
  • ARACELI CAVERO

La eutanasia

Nunca leí en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que hubiera uno referente al derecho a la muerte. Ni en la primera generación, ni en la segunda, ni en la tercera.

Quizá sea porque es el único derecho del que no se puede uno arrepentir. Cuando uno ha muerto, no puede volverse atrás. Quizá por eso se considera que es un derecho el derecho a la vida.

Otra cosa es el derecho a una muerte digna. Una muerte sin dolor. ¿Quién puede rechazar una muerte sin dolor Yo, desde luego, no. Sé que tiene que llegar mi momento, pero no iré a buscarlo, aunque sí pediré una muerte sin dolor, con la medicación necesaria.

Cuando se llega a una fase terminal existen los llamados "cuidados paliativos". Pero España, que es el sexto país en el mundo en aprobar la eutanasia, es la última en formar especialistas en cuidados paliativos.

Tengo que decir que no he leído la ley; tampoco han dado opción. Ha sido aprobada deprisa y corriendo, como si lo único que preocupara a la sociedad española, fuera el poder morir cuando a uno le dé la gana.

Dicen que los médicos podrán acogerse a la libertad de conciencia. Mucho me temo que al que lo haga no le mirarán muy bien. A pesar del juramento hipocrático que hicieron al hacerse doctores en medicina.

El otro día una experta decía que habían aumentado mucho los suicidios y que había que trabajar para prevenirlos y, ¿qué es la eutanasia sino un suicidio ¡Si hasta querían incluir a los niños de dieciséis años que lo pidieran! Después de que el coronavirus se haya llevado por delante a tantas personas mayores, parecía que se quería poner en valor la vida de estos abuelos por las dificultades que habían sufrido, y ahora resulta que les queremos facilitar la muerte. No me extrañaría que muchos de ellos la pidieran "para no ser una carga para la familia". Para los que sufren mucho dolor hay medicación que lo suaviza que, aunque no lo elimine, al menos lo hace un poco más llevadero. En cuanto a los que tienen impedimentos, tenemos un ejemplo muy claro en el señor Echenique que, a pesar de sus dificultades, lleva una vida muy activa. Confieso que soy una convencida defensora de la vida. Primero por mi fe católica, aunque decirlo hoy no está de moda. Seguramente se me tachará de "facha". No me importa. Hoy quien no está de acuerdo con la mayoría es considerado así. Pero es que tengo la desgracia de que la mayor parte de mi familia han muerto muy jóvenes. Los más viejos con mucho fueron mis padres, y ninguno de los dos llegó a los setenta años. Y les aseguro que es muy triste despedirlos en el cementerio con la certeza de que no los vas a ver más, aunque estés deseando que sea un mal sueño. Pero pasan los días y una se tiene que ir acostumbrando al vacío que dejaron.

Por eso y por siempre ¡Viva la vida!