Opinión
Por
  • FERMÍN BOCOS

El discurso del Rey

El discurso del Rey
El discurso del Rey

Se han creado tantas expectativas alrededor del discurso que pronunciará el Rey esta Nochebuena que ya se puede anticipar una conclusión: diga lo que diga será criticado. Sobre todo por quienes se manifiestan abiertamente contrarios a la existencia misma de la Monarquía como institución clave del Estado. La campaña de descrédito contra la Corona que vienen desarrollado Pablo Iglesias y Alberto Garzón -olvidando que forman parte del Gobierno de España, el primero como vicepresidente y el segundo como ministro- no parece que esté permeando en demasía en la sociedad. El último sondeo del CIS es significativo en ese sentido, pero contribuye a incrementar el malestar general que los ciudadanos manifiestan hacia la clase política. Malestar en el que todo se mezcla, desde los miedos que apareja la pandemia a la inquietud que genera la mala situación económica de la que ya hay cerca de cuatro millones de parados que sufren en carne propia las consecuencias de una crisis que según algunos expertos no ha hecho más que empezar. Con arreglo a la tradición, los discursos del Rey en Navidad eran obra escrita en La Zarzuela que el Gobierno conocía con antelación y no intervenía. Normalmente discurrían por cauces tan cordiales como intrascendentes. El estilo de Juan Carlos I era muy familiar. El de Felipe VI es más frío sin llegar a ser distante. Este año el discurso del Rey no habría generado mayor expectación de no ser porque son de dominio público determinados hechos nada ejemplares de la vida privada de su padre, el hoy rey emérito. Entre otros la regularización ante el Fisco de activos obtenidos en circunstancias que investiga la Justicia. Hay quien opina que Felipe VI tendría que hacer alguna referencia repudiando dicha conducta. No es descartable. Pero el clima político de nuestro país -muy polarizado desde el intento de sedición en 2017 en Cataluña y la entrada de Podemos en el Gobierno que preside Pedro Sánchez - ha cambiado la perspectiva con la que se podrían analizar estos hechos. No son pocos los que no quieren hacer leña del árbol caído porque ni de lejos quisieran contribuir aunque fuera indirectamente a la campaña de descrédito de la institución monárquica que desarrollan los dirigentes de Podemos. La conducta de Juan Carlos de Borbón es reprobable pero sólo él es responsable de sus actos, no su hijo. Estoy seguro de que Felipe VI habrá medido al milímetro el alcance de las palabras que en su discurso dedique a las andanzas non sanctas de su padre. Pero tengo para mí que diga lo que diga, será criticado por quienes no quieren la Monarquía y escasamente defendido por quienes desde el Gobierno callan ante las soflamas de algunos de sus compañeros de Gabinete.