Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

¿Y si es esto la Navidad?

¿Y si es esto la Navidad?
¿Y si es esto la Navidad?
EFE

Si cada uno de nosotros fuera capaz de dudar, de poner en solfa certidumbres que no pasan del estado líquido, de concebir que quizás -solo quizás- la doctrina del determinismo sea la apropiada para explicar el año 2020, estaríamos ante la gran oportunidad de comprender el verdadero sentido de la Navidad. Y que, tal vez -sólo tal vez-, estas fiestas nos pueden inocular su espíritu real, el primigenio.

María, José y el Niño Jesús propiciaron el momento más mágico e ilusionante de la historia de la humanidad en medio de un pesebre, apenas rodeados de una naturaleza inhóspita, en unas condiciones de penuria y con la felicidad como principal alimento en la misión divina asimilada por los padres del redentor. En el Nacimiento, no asomaba más nutrición que la imprescindible para la supervivencia. Nada de langostinos y ternasco, cero de champán y vino, si acaso poco más que el pan y otros bocados básicos. Sin juguetes, sin regalos más allá de la promisión del amor paternofilial. La pureza virginal de los sentimientos más genuinos de la naturaleza humana y de su relación con la espiritualidad.

Cada Nochebuena debiera ser la renovación de un contrato con la vida, con el prójimo y, en la medida de la fe, con Dios. Un compromiso con la diversidad y con la igualdad, compatibles y armónicas. Quizás, seamos capaces de acercarnos a quienes sufren y sacan fuerza de sus creencias. Tornemos a la humildad. Cambiemos el ánimo y el foco. Hellen Keller, primera sordociega en la historia en obtener un título universitario, escribió que ningún pesimista ha descubierto nunca el secreto de las estrellas, o navegado hacia una tierra sin descubrir, o abierto una nueva esperanza en el corazón humano. ¿Y si es esto la Navidad?