Opinión
Por
  • ENRIQUE SERBETO

El indulto de los miserables

Me ha venido a la cabeza la historia de una entrevista que le hice en Caracas al ex presidente venezolano Rafael Caldera, una persona elegante y presumida, de esos que desde muy pequeños parecen vivir pensando ya en qué dirá de ellos la posteridad. Al final, por lo que se le va a recordar en su país es por haber indultado a un militar golpista llamado Hugo Chávez, que gracias a esa liberación llegó al poder y en menos de una década arrasó todas las instituciones y convirtió a uno de los países más ricos del mundo en un estercolero de miseria. Recuerdo bien la cara que puso cuando reconoció que se arrepentía de haber tomado aquella decisión que abrió de par en par las puertas del infierno para su país. Me pregunto ahora qué cara pondrá Pedro Sánchez en el futuro cuando le pregunten por ese indulto de los políticos golpistas que está preparándose para perpetrar contra viento y marea. Lo más obsceno es ver cómo se esfuerza en inventarse argumentos que quiere que parezcan razonables para justificar algo que no tiene más justificación que su aritmética parlamentaria de brocha gorda y que es el mismo cálculo del drogadicto que vende las joyas de su abuela para comprarse una dosis. Me resulta irritante que hable de reconciliación o de reencuentro, cuando aquellos a los que quiere sacar de la cárcel no paran de reivindicar los delitos que cometieron ni de prometer que lo volverán a hacer y hasta le han indicado abiertamente por qué cavidad anatómica quieren ellos que Sánchez se meta el indulto. Es una iniquidad flagrante que el Gobierno use ese poder discrecional de perdonar la condena a quien no lo merece, porque no servirá para ninguna reconciliación sino todo lo contrario y es un agravio para los españoles constitucionalistas, para los jueces que dictaron la sentencia y para otros condenados a los que se atribuyen infracciones infinitamente menos graves, se arrepienten de haberlas hecho y sin embargo siguen a la sombra. Es muy perverso, indecente, inaceptable planear esa liberación pasando por encima de la opinión expresa del Tribunal que los ha sentenciado, de la Fiscalía (¿de quien depende la Fiscalía ¿de quién ¡pues eso!) o del mero sentido común. Es más, creo que intenta tomarnos por tontos a los españoles para sostener que esto lo va a hacer como un gesto de pragmatismo altruista con el siniestro pretexto de que "todos hemos cometido errores". ¿A quién se refiere, a los ciudadanos que defendían valientemente la Constitución en esos terribles días de la intentona secesionista o a los que habría perpetrado él mismo entonces al apoyar al Gobierno de Mariano Rajoy para que amparase las instituciones democráticas frente a los intentos de destruirlas Si hay algo que ha quedado claro en estos cuarenta y pico de años de democracia es que a los nacionalismos no se les puede saciar con dádivas porque es precisamente lo contrario: son insaciables. Cada cesión es interpretada como un paso para apoyar la siguiente exigencia y cuando obtienen algo gracias a la presión política se cargan de argumentos para seguir sangrando al Estado, es decir, a los demás españoles. Después de tantos años de complacencia y de trapicheo con los soberanistas, esta pena de cárcel para los irresponsables políticos que se propusieron violentar la Constitución había sido el primer gesto rotundo para mostrar que hay límites que nadie puede rebasar. Era la primera vez que desde la Constitución democrática se ponía pié en pared en defensa de la nación de todos los españoles, el momento en que se les dijo con la verdad implacable de un requerimiento judicial que España no es una república bananera y que hay cosas con las que no se puede jugar, como la igualdad de todos los ciudadanos. Si Sánchez desmiente este mensaje desde el Gobierno de la Nación, a cambio de quien sabe qué miserable componenda política, ya no habrá límites. Los independentistas siempre se han creído que están por encima de la ley y ahora Sánchez les quiere dar la razón a toda costa. Por supuesto que lo volverán a hacer ¿quién no Por supuesto que traicionarán a Sánchez y a todos los españoles. ¿Qué pueden perder ¿Qué los vuelvan a meter en la cárcel Me pongo en la piel de tantos catalanes sensatos que merecerían que el presidente de su Gobierno les defendiera a ellos y no a los que quieren someterles a la dictadura nacionalista y entiendo perfectamente el significado de la palabra traición. Da asco ver a ciertos miembros del Gobierno babeando cuando escuchan decir al Rey que la ley es igual para todos, porque solo piensan en lo mal que pueden hacérselo pasar a su padre que, aparte de lo que pueda descubrirse sobre la manera que ha gestionado su dinero y sus relaciones con Hacienda, tiene un historial de servicios a los españoles que Sánchez no podría igualar ni en dos o tres vidas, mientras que para los que han usado activamente las instituciones como ariete para destruir España, se prepara el perdón y "pelillos a la mar". Patético. Si fuera abogado, me querellaría contra el presidente por prevaricación. Y si hay un letrado que quiere hacerlo, tiene todo mi apoyo.