Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Huérfanos de añoranza

Huérfanos de añoranza
Huérfanos de añoranza
EFE

Feneció 2020 arrastrando en el debe de su calendario miles de muertes extras, cientos de miles en el mundo, muchas decenas de millares en nuestro país. Ha cercenado, además, libertades y derechos mientras afloraba miedos e incertidumbres. No, no nos podemos sentir más fuertes ni mejores, porque esas son zarandajas dialécticas gubernamentales que no sólo no restan dramatismo a la tragedia, sino que agregan enojo a la inteligencia. Barniza la buena voluntad, si es que la hubiere, de sospechas, y esa inseguridad es pésima para la convivencia.

Se ha cumplido el aforismo de ese cachondo de las letras que fue Peter de Vries: la nostalgia ya no es lo que era. Ha hecho excedencia durante un año. 2020 falleció huérfano de añoranzas, hasta el punto de que nadie lo reivindica, todos lo desdeñan. Quizás es el Efecto Google que tanto adelgaza la memoria. Aunque no lo creamos, todos hemos vivido experiencias interesantes, aunque fueren de horizontes alicortos. Pero, en la balanza, el negro pesa más que el blanco, o el verde de la esperanza, e incluso el azul de la serenidad.

La voluntad, la creencia de que en la rienda suelta de nuestras existencias podemos sujetar y manejar ese corcel imprevisible que es el destino, se viste hoy de cromatismo esmeralda y, a través de su prisma, deseamos atisbar la felicidad, el bienestar y la salud. Nos vestimos de 2021 en la confianza de que no nos someta a la vejación de avanzar por sus hojas como el rey desnudo. Pero hemos de hacerlo con sencillez y realismo, como conminaba Agustín de Hipona: buscad lo suficiente, buscad lo que basta. Y no queráis más. Lo que pasa de ahí es agobio, no alivio, apesadumbra en vez de levantar. Habrá un día en que todos, al levantar la vista...