Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La anticipación como estrategia

El Gobierno de Aragón adelanta la severidad en las medidas ante la certeza de que se avecina una cuarta ola de la pandemia del coronavirus. En casi diez meses, las autoridades sanitarias han sufrido toda clase de situaciones, muchas de ellas desconcertantes, pero han constatado, en metáfora de la Ley de Murphy, que cuando la tostada se precipita desde el aire por la inestabilidad siempre cae del lado de la mantequilla, esto es, donde más pringa y daño hace. De ahí que los temores de la planificación de las últimas fiestas se han transformado en una convicción de que hay que anticiparse a los peores escenarios minimizando en la medida de lo posible las consecuencias, incluso con la consciencia de que el repunte en contagio, hospitalizaciones, ucis y fallecimientos está prácticamente garantizado, en la frustrante paradoja de que las vacunas ya empiezan a estar -en un número todavía muy insuficiente que pone en tela de juicio la versatilidad de la unión europea y de la coordinación sanitaria de nuestro país- a disposición de residencias y de profesionales que están en primera línea del trabajo contra el coronavirus.

Por supuesto, toda crítica es legítima porque quizás desde el ejecutivo central se abrió demasiado pronto y con excesiva prodigalidad la mano para las políticas a seguir durante el puente de la Constitución y las navidades, y las comunidades fueron a rebufo. No deja de ser curioso. Madrid interviene sin intervenir, pone la bola de fuego en el terreno y luego se aparta quizás más irresponsable que discretamente. Es obvio que hay una falla sistémica que afecta tanto a lo sanitario como al propio modelo autonómico que, como tal, sin retrocesos, debe ser repensado. Pero, de momento, hay que ponerse los cinturones de seguridad para protegernos. No hay alternativa.