Opinión
Por
  • FERNANDO JÁUREGUI

Esta no es la carta a los Magos de cada año

Esta no es la carta a los Magos de cada año
Esta no es la carta a los Magos de cada año

Habitualmente, tal día como hoy, escribo una carta abierta a los Reyes Magos de Oriente, sabiendo que no me van a hacer, sniff, demasiado caso. Contra muchas plegarias, trajeron el año pasado a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias el maravilloso regalo de un Gobierno, con todo el poder y la influencia que ello supone. Un regalo que ambos, con sus respectivos equipos, se dispusieron desde el primer momento a ejercer y, si posible hubiera sido, disfrutar. Hace exactamente un año, Sánchez lograba la investidura apoyado por las mismas fuerzas del "Gobierno Frankenstein" que le hicieron ganar la moción de censura.

Luego vino la pandemia y muchos planes se desmoronaron: pero al Gobierno, pródigo en errores, en faltas a la veracidad y en opacidades, hay que reconocerle que, pese a su bisoñez, se mantuvo al timón, con una mayoría de ministros trabajando (otros, no tanto). Podría haberlo hecho mucho mejor, ciertamente, pero no desentonó demasiado, en general, con el desastre reflejado en las acciones e inacciones de algunos países vecinos. Y así andan hoy Europa, la ensimismada, y el mundo, en agitada mudanza.

Cierto que no fue pequeño mérito para Sánchez mantener los mismos respaldos, tan heterogéneos y, encima, posteriormente, añadir a Ciudadanos a la nómina de quienes apoyaron algunas iniciativas del Ejecutivo, como las sucesivas declaraciones del estado de alarma y, luego, los Presupuestos. No menos verdad es que la formación de Inés Arrimadas, desencantada, abandonó el barco de los apoyos al comprender su absoluta incompatibilidad con uno de los socios del extraño Gobierno de coalición que Sánchez había proclamado que no iba a formar; pero ya la huída de los "naranjas" no importaba. Excepto, claro, para ahondar la brecha entre las dos Españas, la que apoya al Gobierno, más cohesionada de lo que inicialmente parecía, y la de la oposición, a su vez fragmentada en tres partes.

Sánchez es un mago del equilibrio en la cuerda floja. Lo ha demostrado negociando a la vez con Bildu, con Esquerra, hasta donde ha podido también con Junts per Catalunya, con Ciudadanos. Y, claro, sobre todo con su propio socio, Unidas Podemos que, con el muy, ejem, peculiar Pablo Iglesias al frente, ha convertido este primer año en una pesadilla para algunos de sus colegas en el Consejo de Ministros. Sobre todo, para aquellos que, como Nadia Calviño, Margarita Robles -la más popular en las encuestas-, José Luis Escrivá o González Laya, no militan en la disciplina del PSOE, aunque sí en la lealtad gubernamental. Lo cual no quiere decir que las otras tres vicepresidentas no hayan tenido sus más y sus menos con los "morados", desde luego.

Ignoro qué les traerán los Reyes este año a nuestros gobernantes, a nuestros políticos, a quienes dicen representarnos. Ojalá les traigan el oro del acierto con sentido común, el incienso de la humildad y la mirra de la concordia con quienes no piensan como ellos. Aunque me parece que los regalos que una y otra parte del Gobierno valoran son de diferente jaez. Sé que 2020 ha sido un año duro para este Ejecutivo -y para usted , para mí y para la mayoría de los españoles creo que bastante más-, comenzando por el trapecista Salvador Illa, que llegó creyendo que lo suyo iba a ser amansar secesionismos, preparándose para las elecciones autonómicas, y se encontró con que tenía que combatir con unos virus de los que previamente no había oído hablar en su vida.

Hacer la crónica de este año del primer gobierno de coalición -y qué coalición- que ha tenido España en casi ochenta años sería prolijo y alejado de los límites de espacio de este comentario. Pero tengo la sensación de que los ciudadanos de a pie necesitamos más los regalos de los Magos de Oriente que ellos, los que se han constituido, gracias a nuestro voto, en nuestros representantes.

Hemos perdido en este año muchas cosas: fe en nuestras instituciones (porque en nuestros gobernantes ya no teníamos ninguna), transparencia, seguridad jurídica, la pureza de la separación de poderes y, desde luego, muchos grados de libertad, amén, claro, de a demasiados seres queridos y buena parte de nuestra capacidad adquisitiva. Ha sido un año triste, rematado con unas celebraciones navideñas igualmente tristes y con un parece que feroz rebrote de la pandemia (hoy tendremos datos desalentadores). Y con la culminación de ver, impotentes, cómo el operativo de las vacunaciones se convierte el otra maniobra cercana al caos, con el principal responsable de la coordinación a la fuga.

Yo, a los Magos, si es que realmente lo son, les pediría esta vez algo inédito: no tener que escribir un comentario tan enormemente desalentador como este por estas mismas fechas de 2022. Pero claro, para entonces es posible que los Magos, o Santa Claus, o quien sea, no haya bien los deberes y el Ejecutivo, tal cual está ahora, prepare ya los fastos del segundo aniversario de su advenimiento al poder. Y entonces qué carta redactar.