Opinión
Por
  • JULIA GARCÍA ROCA

La luz en la oscuridad

Hoy escribo esta carta para traerles un poco de luz en la oscuridad, que ya la necesitamos. Para mostrarle al mundo que en medio de una pandemia mundial pueden surgir cosas preciosas. Hasta los brotes más pequeños luchan por buscar la luz.

Esta historia luchó también por buscar la luz en medio de la oscuridad de un hospital. Un familiar muy cercano combatía el Covid-19 y nosotras combatíamos el dolor de no tenerlo, la desesperación de las malas noticias que se sucedían una a otra, día tras día. Tú siempre fuiste nuestra paz, nuestra luz. Iluminarías la sala más oscura con tu halo.

Comenzamos a escribirnos a modo clínico. Nos ayudabas, nos aconsejabas y, sobretodo, nos calmabas, nos dabas esa paz que te caracteriza. Las buenas noticias comenzaron a llegar y formamos un equipo inquebrantable. Entre términos médicos, tratamientos y salas de espera, empezaron a llegar las sonrisas, las miradas cómplices y sin saber cómo ni cuándo, nuestros corazones ya empezaban a palpitar de una manera totalmente distinta.

Llegó el día de dejar el hospital. Sentimientos encontrados. Una felicidad que inundaba todo: nos íbamos a casa. Una nostalgia casi ácida que solo sentíamos nosotros: íbamos a echarnos de menos.

El tiempo pasó y continuaste estando allí, como mi pilar fundamental, ayudándome en todo, aconsejándome en todo, soñándolo conmigo todo. Y sin quererlo, sucedió, tenía que suceder. Esta historia tendrá un final feliz me decías, el mejor final jamás escrito. Para mí, el mejor final jamás escrito es este: no habrá un final. Forjamos una conexión que superó una enfermedad nueva, una pandemia que zarandeaba nuestro mundo, pero agarrándonos a ella comenzamos a construir algo maravilloso. Te prometí que escribiría nuestra historia mi amor, una historia que cualquier director de cine querría escribir, la historia más bonita, pura y sincera jamás contada, una historia de luz en la oscuridad.