Opinión
Por
  • CARLOS GARCÍA MARTÍNEZ

Sí a la educación concertada

Atado y bien atado dejó el Caudillo el control de la Iglesia católica sobre la educación, que ya lo había disfrutado, casi siempre en exclusiva, desde tiempo inmemorial. Así que un ministro socialista tuvo que contratar colegios de ideología católica ante la falta de fondos para implantar a corto plazo centros públicos civiles, aunque entre los conciertos contratados había ya una minoría de centros de iniciativa civil privada. Como la Constitución no obliga a financiar los centros católicos y el Concordato solo dice que la pública oferte la asignatura de Religión, creo que deberían conservarse los conciertos con las compensaciones actuales solo para los centros con enseñanzas compatibles con una sociedad laica, ajenos por tanto a cualquier dogma.

Hay un punto muy delicado, cuya mera cita puede parecer radical cuando lo realmente radical sea todo dogmatismo: si embutir catecismos en las mentes infantiles es una violación de las mentes infantiles, un crimen de lesa humanidad. Porque no es una "enseñanza alternativa", es "otra enseñanza". Anteponerla a otras, imponiendo verdades definitivas excluyentes y fabricadas visiones falsas del mundo y de la ciencia es la mejor prueba de un poder conservador influyente social y políticamente que ha generalizado la aceptación de sus relatos. Cada persona, tribu o pueblo puede tener derecho a defender sus valores o su (in)cultura. Pero no necesariamente a obligar a sus hijos a mantenerlos.

La Transición dejó intacta la presencia de la Iglesia católica en la enseñanza. Después la educación pública se fue recuperando según quien gobernaba. Porque gobernando Rajoy, entre 2012 y 2015, desde la enseñanza primaria hasta el bachillerato el personal descendió en 23.501 empleados, según el Ministerio de Hacienda. Los gobiernos de las comunidades en manos del PP, entretanto, regalaban suelo público para colegios ideológicamente confesionales. La Iglesia católica es el menos inocente de los poderes que nos condicionan y, con su inversión moral maniquea, es un sutil cómplice del mundo conservador. ¿Conseguirán convencer a la gente de que los de derechas son mejores Si la escuela pública resiste, la educación cívica resistirá y, ya puestos, el Gobierno de Sánchez tiene que potenciarla; no queda otra. Como escribía Fernando Savater hace pocos años, "La democracia educa en defensa propia: si admite cualquier tipo de enseñanza para respetar la libertad de padres o maestros, estará cavando su tumba". Mientras, en un mundo al revés, la derecha grita ¡Libertad!