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Los bienes de Sijena, en su cuna por Justicia

La tenacidad aragonesa, sumada al peso de la razón, se convierte en justicia universal, da igual que el pronunciamiento sea eclesiástico o civil. No ha habido instancia, tanto en este como en el resto de litigios por las obras de arte de las parroquias altoaragonesas que pasaron a la jurisdicción de la Diócesis de Barbastro-Monzón, que haya fallado contra la posición de nuestra comunidad, pertinacia que ha obedecido básicamente a la voluntad de la otra parte litigante de interponer todos los obstáculos al cumplimiento de las sucesivas sentencias. La determinación del Tribunal Supremo ante los recursos de la Generalitat, el Museo Nacional de Arte de Cataluña y el Consorcio del Museo de Lérida no ha hecho más que refrendar los argumentos de la Audiencia Provincial de Huesca que declaró la nulidad de las ventas de los objetos artísticos procedentes del Museo de Sijena a la Generalitat y al primero de los complejos museísticos citados.

La paciencia franciscana constituye, como decía su mentor, un don maravilloso para quien la practica, y cuando el camino ratifica que la devolución de finales de 2017 debió ser el punto y final de este conflicto los aragoneses tenemos motivos de sobra para estar orgullosos por la constancia de las instituciones, los representantes legales y la propia sociedad civil altoaragonesa, pero también por el carácter pacífico arraigado en las profundas convicciones de una personalidad colectiva más propicia a la convivencia que al enfrentamiento. A las invectivas, hemos respondido con el sentido común. A la provocación, con prudencia. A la desobediencia, con mano tendida. A la reincidencia, con tenacidad. Una vez pronunciado el alto tribunal, Aragón será capaz incluso de abrir sus puertas al entendimiento. Así lo demanda el espíritu y el carácter de Sijena, que es un emblema de dignidad y justicia.

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