Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Sin sorpresa, sólo cabreo

Sin sorpresa, sólo cabreo
Sin sorpresa, sólo cabreo
EFE

El director técnico del diario en el momento de su fundación, Artemio Echeverríbar, expresaba su desagrado de una manera concluyente cuando al error se sumaba la reincidencia. "Yo ya no me sorprendo por nada, sólo me cabreo".

No es cierto que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra -lo cual, más allá de la sabiduría popular derivada de los aforismos, tampoco es que sea estrictamente científico-, sino que, por el contrario, en la reinvención es capaz de trompicarse tres, cuatro y hasta 4x4 en idéntico pedrusco. Tan sólo si se tiene la sabiduría del pastor se lanza por delante el instinto para detectar las trampas.

Las comparecencias de las autoridades sanitarias, y particularmente la del ínclito Fernando Simón, ya no nos producen sorpresa a nadie, tan sólo cabreo, en la doble acepción de enojo y de la acción de meter al rebaño -sin inmunidad- en el redil. La osadía va cuatro pasos por delante del portavoz, que bajo esa apariencia frágil arroja impunemente perlas que otrora eran esperanzadoras -ya saben, el par de casos o tres como mucho en toda España- y ahora resultan exasperantes, porque en cada pronunciamento se sucede la misma correlación anuncio-fallo-deflagración, concebida ésta como la expansión vírica incontrolada. Ya lo vaticinaba Ramón y Cajal cuando apenas se había llegado al umbral de los siglos XIX y XX.

Todo lo que puede ir mal, va a peor, con Murphy enseñoreándose de la atmósfera. Y ya no es sorpresa la pertinacia en echar balones fuera, al campo en el que los ciudadanos escuchan atónitos que la culpa es de que se lo pasan chupendi lerendi y son muy malotes, mientras la cepa británica se toma un güisqui a nuestro lado. Sólo cabrea.