Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

El boicot de los idiotas

El boicot de los idiotas
El boicot de los idiotas
EFE

Hay quien sostiene que Auschwitz no hubiera sido posible en la era de internet porque se hubiera extendido viralmente, pero por otra parte da derecho de palabra a legiones de imbéciles. El discurso de Umberto Eco en la Universidad de Turín fue refrendado después en una entrevista en La Stampa en la que el prodigioso escritor y filósofo aseguraba que "las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas".

Aunque los clásicos recientes hayan dejado la faz de la tierra, han legado sus enseñanzas y, como si fuera una maldición, los augurios negativos no hacen sino intensificarse. En la contundencia del semiólogo italiano, confluyen las dos acepciones del término idiota, por un lado la cortedad de entendimiento y, por otro, el engreimiento. Las RRSS son propicias para compatibilizar ambas, por cuanto a la manifestación de la más abyecta estulticia se agrega el engordamiento del ego.

Cuando, además, la expresión busca un boicot, esto es, un perjuicio a una actividad económica o comercial, se incorpora otra "perla", que es la malignidad. Y ahí, ya, la falta de atención, de concentración o de observación obra unos efectos inaceptables. Es lo que ha sucedido con la marca cervecera que ha apoyado al Huesca, objeto del zaherimiento de hordas de mequetrefes falazmente zaragocistas cuyas embestidas hay que torear con una sonrisa de lástima. Al final, es el aullido de una masa mucho más limitada de la que quieren exhibir. El antídoto es la indiferencia. Botarates sin causa.