Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Ayúdanos a ayudar

Ayúdanos a ayudar
Ayúdanos a ayudar
S.E.

Cuando cometemos una injusticia contra nuestros "pobres, hermosos y magníficos sentimientos", estamos apagando una estrella. Lo escribió Herman Hesse. Sin embargo, cuando los rescatamos del baúl del olvido en el que los escondemos para liberar nuestra conciencia, estamos recuperando un astro. Ayer recibí un vídeo del amigo Koldo Royo, de la constelación Michelin que fuera, uno de los grandes divulgadores gastronómicos y que ahora, ante la emergencia, se ha alineado en una asociación, Tardor, para paliar el hambre en Baleares. Cada día, 1.200 raciones para 480 personas o familias gracias a la multitud de granitos de arena que, a euro al mes, supondrían la certeza de supervivencia de los protagonistas de las bienaventuranzas: los que lloran, los humildes, los que tienen hambre de justicia... Y los compasivos, los que comparten el corazón convertido en manos y en generosidad. Los que son capaces de asegurar que reciben mucho más de lo que dan, ¡cuando tanto dan! Los cocineros, artistas, empresarios y seres anónimos que imploran: "Ayúdanos a ayudar". Suceden en el audiovisual a la verborrea machacona, esa repetición narcotizante de que "no vamos a dejar nadie atrás", a varias voces, sin pudor.

Una mano lava la otra y las dos lavan la cara. Lo afirma un voluntario. En las palabras, medidas y escasas porque es imprescindible la acción, hay mucha sabiduría. Son protagonistas admirables y discretos, auténticos ídolos que alimentan a las personas vulnerables e iluminan el firmamento de las sonrisas de los niños. Grandes cocinas para servir pequeñas porciones de alegría, porque la gran felicidad es incompatible con la injusticia. Esa estrella de Koldo tiene chicha y no necesita michelines.