Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Comida del autónomo

Comida del autónomo
Comida del autónomo
S.E.

Llega a la barra con su chaleco y su pantalón repleto de bolsillos. Está hambriento. Demasiadas horas consecutivas en el tajo. Pide tres tapas, un pepito de solomillo, otro de beicon y queso y una limonada. Se sienta a la mesa mientras le sirven la comida. Del teléfono encima de la mesa, en modo altavoz, se desprenden las comunicaciones. "Sí, no te preocupes, a las tres estaré ahí y lo colocaré"; "yo te aconsejaría como mejor material el pladur"; "espero a que vayan antes los profesionales, cuando estén me avisas"; "sale más barato, pero el resultado deja mucho que desear"; "para eso es mejor que mires una empresa de productos químicos", "hasta que no se prueba, no se sabe si va a funcionar, o sea que no te apures y, si no, buscas otro trabajo" (modo familiar este último). Pide un café con leche y, mientras, sale fuera del establecimiento a tomar el aire. Llamada inmediata y adentro. "Nada, niña, voy a tomar un cafecito. Son las tres menos diez y tengo que enganchar. Luego te llamaré, cuando tenga un hueco, y lo instalo". "Sácame la cuenta, R., que tengo que enganchar". Paga y rápidamente desaparece. Instintivamente, espeto: "¿Que se va a enganchar?". Y R. replica: es la vida del autónomo. Vamos, como para que le digan que tiene que leer los siete hábitos de la gente altamente efectiva de Stephen Covey.

Ahora suena mi el teléfono. Conocido empresario. Atribulado por el amenazante tono administrativo, que le advierte de una posible sanción por un contrato a un autónomo. Todo legal, pero han descubierto una nimiedad. Los autónomos viven en mares de inestabilidad, sin amarras ante al oleaje. Quizás olvidan todos los gobernantes que, como en los castellets, cuando se mueve la base de abajo, los de arriba caen. Sólo falta que unan sus voces... y ¡zas!