Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Desgastar las suelas de los zapatos

Desgastar las suelas de los zapatos
Desgastar las suelas de los zapatos
S.E.

Muchas gracias por leer estas líneas. Sólo con esta deferencia, como afirma el coronel Baños, forma usted parte de la guerrilla de resistencia contra la aniquilación intelectual. Cuando se gana en impreso, se pierde en esas cuatro horas diarias de media de uso de teléfonos móviles. Y entonces, si se combinan periódicos y libros, el contraataque va acumulando bienes en nuestra mochila vital.

Ayer fue San Francisco de Sales, el patrón de los periodistas. Coincidiendo con la celebración, el papa Francisco publicó su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de mayo, y lo hizo con una clarificadora expresión del beato Manuel Lozano Garrido: "Abre pasmosamente tus ojos a lo que veas y deja que se te llene de sabia y frescura el cuenco de las manos, para que los otros puedan tocar ese milagro de la vida palpitante cuando te lean". Recomendación invencible.

El periodismo es el reflejo de la vida misma. El pontífice Bergoglio profundiza en la crisis del sector editorial y recomienda una reconquista paso a paso, "desgastando las suelas de los zapatos". No es el nuestro un oficio pensado para el confort, como manifiesta el testimonio de quienes lo ejercen en zonas de conflictos, de miserias, de injusticias, de dictaduras, de destrucción, sin retirarle un ápice de dignidad porque en esas circunstancias adversas, hostiles, se sublima el valor del ser humano. "En nuestras manos hay libros, en nuestros ojos hechos", sentenciaba San Agustín.

Los periodistas estamos en el alambre. Ni es específico de nuestros tiempos ni extraño, porque formamos parte de esos trabajos sometidos a exposición pública. En nuestras fortalezas, la vocación de servicio, la resistencia, las convicciones de que somos guardianes de la pureza del lenguaje y transmisores de información para que los lectores, oyentes o espectadores puedan alumbrar, con los elementos de los que hemos de dotarles con ecuanimidad y respeto por la verdad, su propia opinión. Tratar a la sociedad con la madurez que se le presupone y que ella ha de consolidar a través del sentido crítico y reflexivo en el que los medios son un puntal, aunque no el único componente.

En nuestras debilidades, una cierta desafección por las malas prácticas (nada hay peor que las noticias falsas pasadas por el filtro de la generalización), la superficialidad de considerar dentro del sistema profesional a usurpadores, las tentaciones sempiternas de los poderes de cortar las alas de la libertad y, ante todo y sobre todo, la independencia que agoniza por la fragilidad en las redacciones. Un campo de minas si acaso salvable sólo con el ejercicio deontológico. "Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias", solemnizaba con sencillez Ryszard Kaspucinski.

Quizás, en un fatal error, piense que esta situación no es de su incumbencia. Y, sin embargo, forma parte del consumo responsable y de la aspiración vital de asentar su voluntad o levitar a merced de las ajenas. Y todo se juega en 1,50 euros.