Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Echar la espina

Echar la espina
Echar la espina
P.S.

El alcalde de Huesca ha pedido al Gobierno de Aragón flexibilidad para el horario y los aforos de los comercios y la hostelería. Conocedor de que los datos recomiendan prudencia y prevención, Luis Felipe apeló al equilibrio imposible para los pequeños establecimientos, que además son escrupulosos en el cumplimiento normativo. No utilizó la expresión, pero resulta evidente que el café para todos es inconveniente salvo que nos aferremos a una concepción monolítica de la realidad. Las cifras de la capital y de la provincia, a estas alturas, distan considerablemente de las de Zaragoza y Teruel, y no se pueden aplicar idénticas medidas ante diferentes problemáticas.

A la memoria me vienen las palabras de mi padre, que como todos los de su generación construía sus discursos pegado a los aforismos: "Quien de joven come sardinas, de viejo echa la espina". El verbo (el segundo), en realidad, era un poco más escatológico. Trasladado a la realidad actual, parece obvio que en nuestra provincia nos hemos tomado más en serio las advertencias casi apocalípticas sobre la Navidad. Quizás es que seamos más sosos. O más austeros. O por la proximidad pirenaica nos hayamos metamorfoseado en belgas, austríacos o nórdicos. Pero las estadísticas cantan que los estúpidos abusos de aforos y los insensatos descuidos en las normas recomendadas han sido mucho más aislados que en las provincias hermanas. Poco que recriminar y que aplacar.

Que Lutero invirtiera seis horas en cada confesión o llevara hasta el extremo el ayuno y el sentido de culpa no implica que todos hayamos de ser luteranos. Y que haya un atracón de sardinas no exige que nuestros bares y tiendas hayan de echar espinas. No las comieron.