Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Educación ambiental: el hombre y la tierra

El Día de la Educación Ambiental nos trae hasta el centro de nuestra alicaída atención la importancia de buscar el equilibrio entre el hombre -entendido en el sentido genérico- y la tierra, como denominó uno de los naturalistas más prodigiosos en la concienciación, Félix Rodríguez de la Fuente, a su programa más emblemático. La relación entre la humanidad y el medio ambiente ha de obedecer a la convicción de que ha de establecerse una estrecha "colaboración" para que la armonía permita emerger los frutos para perpetuar en su integridad las mejores condiciones en las que se desenvuelven las actividades. En la medida en la que todos entendamos que la naturaleza también tiene sus rendimientos diferenciados dependiendo del estrés o de los cuidados que le apliquemos, el hábitat nos entregará su mejor expresión para el desarrollo más productivo y, a la par, más sostenible.

La educación implica necesariamente que las personas crecemos permanentemente a través del conocimiento, de las creencias y de la acción. Creer para crear con coherencia y con la consciencia de que no existe más fórmula para entregar a las generaciones futuras un planeta en mejores condiciones que el recibido que trabajar sin denuedo en las soluciones que propician el progreso en su plenitud: aquel en el que los seres humanos avanzan ejerciendo su papel de jardineros metafóricos o reales, aquellos que no sólo plantan y siembran, sino que además van retirando las malas hierbas y todos aquellos materiales que perjudican a los maravillosos ecosistemas que la Tierra pone a nuestro alcance. Ejemplaridad para mostrar a los más jóvenes que no hay teoría sin práctica, que no hay frutos sin cuidados, que no existe la prosperidad contra el medio ambiente.