Opinión
Por
  • SERGIO BERNUÉS (AUTOR DE EL PENALTI DE PANENKA www.segiobernues.com)

La culpa fue del cha cha cha

Caminamos por tiempos complejos, una época voluble en la que huimos del concepto responsabilidad para sumergirnos en los mares del autobombo y la complacencia. Periodos convulsos, de generalizaciones dañinas y "café para todos", que simplifican las actuaciones y dificultan la resolución del mayúsculo problema al que nos enfrentamos.

Deambulamos por sendas sinuosas, sin faros a los que seguir, en una época huérfana de líderes de hechos y superpoblada de individuos de mucho dicho. Seres de cartón piedra y red social, mecidos por los vientos del oportunismo y la figuración. Estos años de caminos pedregosos, requieren personas competentes y honestas que tiren del carro. Impulsores con talante, pero sobre todo con talento, para encontrar soluciones a los problemas que nos acucian.

Necesitamos gestores audaces pero también ciudadanos valientes, desprovistos del disfraz ideológico, que sean capaces de construir redes de colaboración que nos permitan recuperar la normalidad y nos inviten a repensar nuestra forma de comportarnos. Aunque haya gente que se empeñe en lo contrario, estoy convencido de que para dirigir personas es más importante construir el respeto mediante la ejemplaridad, la visión y la honestidad que sobre el miedo y la oscuridad.

Desde tiempos arcanos, en esta bendita tierra se ha instalado una falta terrible de autocrítica y una incapacidad enfermiza de reconocer nuestros propios errores. Algo que viene ya de lejos, de cuando éramos la referencia mundial y dominábamos los mares. Cuando aquella armada, a la que apodaron la Invencible, sucumbió ante los barcos de la pérfida Albión. En esa ocasión, por supuesto, la culpa fue de los elementos y el segundo Felipe nunca pensó que igual algo hicimos mal.

Ocupar ciertos cargos debería implicar tomar decisiones y asumir responsabilidades. Forjar un criterio basado en el conocimiento, la racionalidad y el sentido común para enfrentarnos a los problemas con ciertas garantías de éxito. Tratar de huir de las ocurrencias y fundamentar nuestros alegatos en el soporte de la coherencia y las opiniones de los expertos en las materias en cuestión. Rodearnos de profesionales que son mejores que nosotros. Para ello, es fundamental alejarse de los estados de ánimo de aquellos presuntos implicados y de las opiniones condicionadas de socios interesados, con objeto de centrarse en el análisis concienzudo de los hechos y en la puesta en marcha de medidas correctoras.

Es importante comprender la complejidad de la tarea a la que nos enfrentamos pero también es cierto, como espetaba Churchill, que "de nada sirve decir "Lo estamos haciendo lo mejor posible". Tienes que hacer lo que sea necesario para tener éxito". Siempre, lo único que realmente importa son nuestras acciones y sus consecuencias, las palabras se las lleva el viento.

Cada uno debemos asumir nuestra parte de culpa, con honestidad, evitando echar continuos balones fuera y teniendo en cuenta que, en última instancia, la responsabilidad final recae en aquellos que dictan las normas y, por consiguiente, deben hacer que se cumplan. En definitiva, más allá de colores y banderas, la clave reside en pensar en las nuevas generaciones y no en las próximas elecciones.