Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Los taxistas italianos

Los taxistas italianos
Los taxistas italianos
S.E.

Maurizio Sorricelli, Piero Rizzi y Vincenzo Longobardi. Nos condujeron por las maravillas de Florencia, Roma y Nápoles en las paradas de un crucero en 2010. Más allá de las zalamerías por el Mundial de Sudáfrica, trascendieron la condición exclusiva de taxistas para convertirse en unos excepcionales guías turísticos. Es más, sus conductas delataron los encantos y procacidades de los italianos, pero, en el cómputo general, su desempeño fue admirable. A razón de una jornada de varias horas, nos desmenuzaron con agilidad los atractivos de ciudades exuberantes en arte y vida. Solícitos, conociendo las veleidades madridistas de toda la expedición (8, y sólo un ajeno al merengue: yo), Piero nos paró en la casa de Fabio Capello. Obviamente, lo más prescindible.

Cuando volví a Huesca, expliqué la experiencia a quien me quiso oír: taxistas convertidos en agentes turísticos de primer orden, y hasta propuse que a los nuestros -y a los recepcionistas de hoteles y otros profesionales- se les formara para erigirse en proselitistas de los activos monumentales y naturales de ciudad y provincia.

Por aquel entonces, apenas un lustro desde su inauguración, exponía el ejemplo del CDAN: una minoría muy exigua lo había visitado y, con ese desconocimiento, difícilmente un ciudadano oscense sería prescriptor de un museo elevado por Rafael Moneo con piezas paradigmáticas del arte contemporáneo en el legado Beulas.

Han pasado diez años, tres directores y varios patronatos. Y la ignorancia sobre el CDAN prosigue. No sorprende que, entre cisma y encrucijada, el consejero marque el objetivo de la divulgación regional en un monumento que emanó para la universalidad. El origen desdibujado. Una renuncia. Mala señal.