Opinión
Por
  • FERNANDO JÁUREGUI

Junqueras, en campaña

Ha sucedido lo que algún día tenía que suceder. Oriol Junqueras, y otros políticos que están, ya casi puede decirse que estaban, presos por encabezar un intento de golpe, han obtenido el tercer grado, otorgado directamente por el Govern de la Generalitat, y ya están haciendo campaña electoral. Directamente de la prisión al mítin, sea o no telemático. Un claro desafío de las autoridades independentistas al Tribunal Supremo. Y un nuevo sapo que tragar para el Gobierno central de Pedro Sánchez y, claro, para el candidato Illa: si dicen que el beneficio penitenciario les parece mal, les caerá encima la indignación de un sector de los catalanes; si dicen que bien, lo mismo con el otro sector, sin contar con que se abriría un nuevo frente entre el Ejecutivo y la Justicia. Pero algo acabarán teniendo que decir, más allá de tratar de quitarse de en medio diciendo que "eso es cosa de los jueces".

Así, el inicio de la campaña para las elecciones más "raras" de la Historia ha desatado una ola de preocupación -una más- en Madrid. Todos los partidos, y desde luego también el Gobierno central, se mostraba angustiados no ya solamente por cómo acabarán estas elecciones, sino hasta por cuándo se celebrarán: no hay precedentes en los anales de la Historia de haber iniciado una campaña electoral sin tener la certeza de la fecha en la que los ciudadanos acudirían a votar. Puede que, cuando este comentario se publique, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña haya cortado el nudo gordiano que el propio Tribunal se colocó al cuello y haya decidido si la campaña puede seguir adelante con normalidad, o no, para desembocar en la votación del próximo día 14. Pero no me negará usted que esta "judicialización" de la política no está derivando en situaciones cuando menos pintorescas.

Para colmo, en el Ejecutivo de Pedro Sánchez se atisba una nueva ruptura entre socialistas y Podemos acerca de a quién apoyar en estas elecciones. La Moncloa sabe que Unidas Podemos no apoyará al "candidato oficial" del Gobierno Sánchez, Illa, sino a su candidata "afín" de los Comuns y, en segundo término, a Esquerra Republicana, pese a que ERC cada día se despega más de su "socio" madrileño. Lo cual no sirve sino para agravar las contradicciones internas en el Consejo de Ministros, que, a cada paso, muestra sus fricciones. Y su debilidad, porque el "socio" ERC les da un disgusto en cuanto se tercia.

De manera que el "efecto Illa", tan proclamado por las encuestas (aunque no por el CIS de la Generalitat, que da un empate ganador a ERC y Junts per Cat, relegando al PSC al tercer lugar), puede, así, irse diluyendo en función de los avatares, tan impredecibles, del caos político nacional. Además, claro está, de por el pésimo estado de los rebrotes del virus, las dificultades en la vacunación y la descoordinación autonómica, evidente también en este terreno, que muchos votantes achacarán, sin duda, con mayor o menor razón, al ministro de Sanidad saliente. A quien también culparán de haberse empecinado en que la jornada electoral fuese el 14-D, con los evidentes riesgos sanitarios que ello conllevaría.

El panorama, pues, no es precisamente bueno. Y eso que ni hemos entrado a contar los quebraderos de cabeza que en los sectores políticos, económicos e institucionales radicados en Madrid suscitan las posibles alianzas tras los resultados. Todos reconocen que "ni Sánchez, ni Illa, ni Iceta" -de la derecha ya ni hablamos, claro-- tienen, en este momento, la menor idea de si habrá o no un acercamiento entre ERC y Junts para formar un Govern, en el caso de que los números, tal como lo prevén los datos de la encuesta de la Generalitat, lo permitan. Y menos aún saben en La Moncloa o en las sedes de los partidos nacionales cuáles serían los pasos que un Govern netamente independentista daría para empezar su recorrido. Pero seguro que no gustarían demasiado "en Madrid".

Así, la locura de la política catalana ha venido a incidir sobre el surrealismo de la política nacional. De momento, ya digo: Oriol Junqueras sale de la cárcel -y conste que no me parece del todo negativo- y entra en campaña -y eso sí que lo juzgo peligroso para la unidad de España--. Con tales ingredientes ¿qué puede salir mal? Pues eso: todo.