Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Preparados para la pobreza

Banco de Alimentos y Cáritas Diocesana ofrecen el paisaje más exacto en el que se desenvuelve el paisanaje al que prestan sus admirables servicios. Cuando alertan de una situación, es que realmente es alarmante. Cuando aprecian una cierta tranquilidad, hay que concentrarse en los casos siempre existentes de personas y colectivos vulnerables, aquellos que, estructuralmente, siguen estando en riesgo de exclusión.

Sus responsables son unos gestores tan fabulosos que estiran hasta el último céntimo, hasta el gramo de cereal salvífico, hasta el recurso del que depende la subsistencia. Son, además, la conciencia que toda comunidad necesita para recordar algunas reglas elementales, como la que expresa el Papa Francisco: cuando tiras comida a la basura, la estás robando de la mesa de los pobres. Nelson Mandela no se quedaba a la zaga cuando manifestaba que erradicar la pobreza no es un acto de caridad, sino fundamentalmente de justicia. Es más, incluso se puede apreciar en el combate contra las miserias humanas un punto de egoísmo cuando el interlocutor es impermeable a los valores que intrínsecamente definen a la humanidad, tanto en el plano individual como en el global: nada más estúpido en el primer mundo que consentir la indigencia en el tercero y acabar pagando facturas no sólo morales o estratégicas, sino también económicas.

Pero, volviendo a nuestro entorno, en coyunturas críticas como la actual hay que redoblar la empatía y, a través de ella, la solidaridad. Una ciudad, un pueblo, una región, no puede separar la prosperidad de la igualdad, el desarrollo de las oportunidades para todos, la ética individual de la conmiseración, porque, si todos tiramos del mismo carro, llegaremos más lejos.