Opinión
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  • Diario del Altoaragón

A trompicones, pero Justicia

Ha sido un aprendizaje de décadas. Es probable que el ser humano sea el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, pero lo común es que no sean tres. El Alto Aragón ha sido ejemplar en su paciencia, su comprensión y su tenacidad. Lustros de recibir la razón de las autoridades, primero las vaticanas, luego las civiles, hasta el punto de que a la Justicia que se demandó en el origen del litigio, posteriormente se acompañó otra reclamación: Dignidad. Es esta una condición que ha rezumado desde las administraciones litigantes hasta los pueblos, los de las 111 piezas que han sucedido a las primeras que hubieron de ser rescatadas del Museo de Lérida hace tres años, y por otro lado también los de todo el compendio de obras del Monasterio de Sijena. Quienes han sido indignos en las acepciones más estrictas del término han sido los respectivos homólogos catalanes, que no sólo han exhibido una desobediencia al Estado de Derecho impropia de quienes precisamente utilizan todos sus resortes para resistir a la ejecución de las sentencias, sino que además han acompañado tan innoble actitud con la deslealtad.

A pesar del acatamiento expresado ayer por el obispo de Lérida, al que con certeza sucederán manifestaciones en contra desde la sociedad civil, nos quedaremos siempre con la duda sobre cómo habría concluido la resolución del conflicto si la cooperación hubiera arrebatado el lugar en el que se ha enseñoreado el obstruccionismo, la picaresca y la cicatería. No quedan bien quienes, ante la mano tendida de los respectivos prelados de Barbastro-Monzón, han respondido con ardides y trampas, con obcecación. Nunca es tarde si la dicha llega. En aras de la convivencia, con la Justicia ejecutada, habrá que abrir las puertas para que el aire viciado salga y entre el del respeto y la colaboración.