Opinión
Por
  • EDGAR ABARCA LACHÉN (FARMACÉUTICO,PROFESOR E INVESTIGADOR EN LA UNIVERSIDAD SAN JORGE)

Carrasca de Lecina: tributo a la supervivencia

Herman Hesse: "Cuando hayamos aprendido a escuchar a los árboles, nos sentiremos en casa. Eso es la felicidad". Como toda semilla aspiras a ser algo más. Una vez has decidido enraizarte, tras haber digerido los nutrientes locales, degustado los sabores del terreno así como los aromas que desprende el ambiente, decides hacerte un hueco en la tierra que te acoge.

Tras escudriñar a tus posibles competidores, intentarás emerger para mostrar al mundo tu belleza, tu fuerza, tu poder sanador. Representarte a ti misma.

Cuando seas un pequeño brote verde, desearás irremediablemente aprender, progresar, educarte. Necesitarás en esos momentos un entorno que asiente tu futuro. Es un momento crítico que determinará tu vida.

Debes saber que España es una tierra acogedora para turistas, atractiva y magnética por su paisaje cada vez más árido y abrasador y sin embargo tus compañeras intentan que los vientos y los ríos las lleven algo más lejos, que las transporten a tierras más amables, más tolerantes. Donde todo sea algo más fácil.

Percibo que no quieres sufrir lo que padecieron tus abuelos, no deseas que tus hijos conozcan el exterminio que tanto dolor les produjo. Envenenados, amputados, mutilados. Nunca respetados. Ejecutados.

Este país arboricida sólo acoge a las semillas valientes, algo locas, un tanto apasionadas, siempre destructivas. Aquellas que sienten un deseo irrefrenable por intentar cambiar las cosas, por tratar de demostrar que el amor también es posible. ¿Estás segura de querer probar suerte aquí Tus abuelos te contaron que si tienes la mala fortuna de crecer en una tierra destinada a ser asfalto eres ejecutado. No hay posibilidad de que la carretera sea desviada. Tu supervivencia no es una opción. No hay derecho a un juicio justo. La ley, en caso de que exista, no se respeta.

Que si eres plantada en una calle es mejor que no tengas prisa por crecer. Que quizás al llegar a la altura del vecino del primero, una noche tras otra seas generosamente regada con lejía para sufrir una lenta y cruenta muerte. Lo siento. Tapabas las vistas. No tuviste autopsia. Nunca se supo el autor del crimen.

También te contaron que si pretendes crecer demasiado en un paseo, en una entrada a una ciudad, para ofrecer al mundo tu gigante sombra, es más que probable que seas amputada. Al parecer, no se pueden comprar escaleras más altas para peinar tu copa.

Con los años, serás jibarizada y mutilada una y otra vez y tu piel, llena de muñones, te hará fea y triste. También zarandeada por jóvenes con cerebro de ameba. Y te advierto que no se puede transmitir tu poder sanador, reconciliar, ser testigo de amores secretos y pasiones inconfesables cuando tu alma se apaga.

¿Por qué no emigras para alcanzar una vida mejor Francia, todo el centro de Europa, las tierras escandinavas. Allí reconocerán tus derechos, te admirarán, desviarán las calles por ti, decorarán los parterres para que sonrías.

Me confiesas que has conocido a la anciana Carrasca de Lecina. Que ella fue algo cabeza loca, valiente y apostó por una tierra hermosa en la que cobijarse y donde ha sido feliz. Que se siente muy afortunada porque vio a muchas compañeras asesinadas, violadas, humilladas. Y que ella sobrevivió.

Te cuenta que no todo está perdido. Que la cuidan, que la veneran, que no permiten que suban a sus ramas. Que sus gentes se casan y festejan a sus pies. Y que tiene muchas posibilidades de ser el Árbol Europeo del 2021, lo que podría suponer un revulsivo ante la bruticie y un auténtico homenaje a todos esos millones de árboles anónimos de los que nadie se acuerda y que tanto sufrieron. Un homenaje a la supervivencia.