Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La caída de la actividad económica

La provincia de Huesca ha incurrido en un contraste en el balance del año 2020: se ha colocado en el furgón de cabeza en el incremento del paro y en la cola en la disminución del Producto Interior Bruto. El primer indicador es terrible porque el segundo debiera haber derivado en una menor destrucción dentro del mercado laboral. Si el PIB ha bajado un 8,3 %, menos que el 11 de la media nacional, es porque nuestra economía, hiperbólicamente terciarizada y envejecida, tiene un universo estadístico del que detraer empleos inferior al de otros territorios. Cuando la estabilidad funcionarial y de las pensiones tiene tanto peso en el conjunto de la población, las oscilaciones son inferiores, lo que garantiza unas menores caídas pero también reduce sustantivamente el potencial de creación de riqueza y de puestos de trabajo. El sostenimiento, en una lectura en positivo, también corresponde a la importante influencia de las exportaciones y del sector agroganadero, fenómenos que van ligados por cuanto el gran impulso en 2020 de las ventas a los mercados exteriores fue protagonizado por la alimentación. Un ejemplo esclarecedor en ese sentido es el de China, que ha multiplicado hasta noviembre pasado un 983 % sus compras a empresas oscenses.

Si diéramos por sentada la irrefutabilidad de esa máxima de que las crisis están repletas de oportunidades -obviamente discutible-, ahora sería el momento de que instituciones y sociedad civil (con los agentes económicos y sociales en una acción decidida) analizaran, diagnosticaran y elaboraran un plan estratégico para perfilar un nuevo modelo económico. El actual aboca a la atonía, al conformismo y a un debilitamiento lento pero sin retorno. La puesta en marcha de motores industriales, innovadores y digitales ha de ser el complemento pujante de los servicios.