Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Se mueven... pero poco

Lérida tenía que ganarse la presunción de buena voluntad que no le ha acompañado durante todo el litigio por los bienes de las parroquias aragonesas antiguamente adscritas a la diócesis catalana. El propio obispo ilerdense reconoció recientemente, sobre los hechos consumados de las sentencias judiciales sucesivas hasta la firme, la propiedad de Barbastro-Monzón de las piezas en disputa, pero el historial de desengaños ha sido tan elevado y a la vez abrupto que quizás tener fe es una virtud reservada a los bienintencionados representantes de la Iglesia y más alejada de los feligreses de a pie. Como proclamara Galileo Galilei sobre el movimiento de los planetas en torno al sol, se mueven... pero poco. Con indisimulada pereza (hace unos días titulábamos esta tribuna "Justicia a trompicones"), el Museo de Lérida ha iniciado el traslado con 23 objetos, aquellos que al entender del Consorcio ofrecen la certeza de la nueva titularidad altoaragonesa. Demora las otras 88 so pretexto de la resolución del concurso para la manipulación, el embalaje y la devolución. Las realmente valiosas. Pensemos que no es un ardid, una treta.

Si es cierto que el primer movimiento -tímido- ha provocado una razonable y moderada alegría por un hecho "histórico" -en palabras del prelado Pérez- que es el principio del fin (según el consejero Faci), no lo es menos que no hay que ceder un ápice en la firmeza de la exigencia del retorno de las obras, que es tanto como decir el cumplimiento estricto de la Justicia. La sentencia es firme y, por tanto, no es admisible ninguna dilación. Acabar con esta palmaria irregularidad representa una recuperación de la normalidad y un punto de partida imprescindible para cerrar unas heridas que se han prolongado demasiado tiempo y con excesiva profundidad. Es tiempo de la buena voluntad y del ejercicio del Estado de Derecho.

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