Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Rusia ataca Lecina

Rusia ataca Lecina
Rusia ataca Lecina
S.E.

Asegura un aforismo del país que el principal motor de desarrollo es la envidia rusa, igual que en Inglaterra lo ha sido el vapor. Rusia, encajonada por la efervescencia china, amenazada por la promesa india, sempiternamente superada por los Estados Unidos, el ojo puesto en evitar que la Unión Europea sea fuerte y cohesionada (tampoco en esto ha de hacer demasiada fuerza, nos bastamos solitos en nuestras miserias), con recursos limitados respecto a sus competidores mundiales, no es aquel imperio soviético del Zar Rojo, y sólo el sufijo asemeja a Stalin o Lenin con Putin. Hasta tal punto se ha venido abajo que el símbolo Sputnik ha pasado de ser un cohete estratégico y ofensivo en la guerra espacial a una vacuna defensiva aunque la tentación de dominio planetario no abandone al sátrapa inquilino del Kremlin.

Olvidadas viejas gestas como ayudar a Donald Trump a ganar las elecciones estadounidenses o agitar la hoguera de las infamias en el "procés" catalán con Puigdemont como gran beneficiario, la gran batalla planetaria de la decadente Rusia es ayudar a que su Sicomoro de la mezquita de Derbent arrebate el título de Árbol Europeo a nuestra Carrasca de Lecina. Malos enemigos los rusos cuando encienden su maquinaria propagandística, de legendaria eficacia destructiva y hoy reconvertida en un ejército de bots, Inteligencia Artificial y otros inventos que pretenden sustituir la voluntad humana por la trampa robótica.

Nos pisan los talones, amigas y amigos, con el árbol cuya madera incorruptible servía de alojamiento a las momias egipcias. Ahora sí que nos vemos comprometidos a un cordón sanitario de acero para proteger nuestra milenaria carrasca. ¡A votar, a votar, a votar!