Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

La masa enfurecida

La masa enfurecida
La masa enfurecida
E.P.

Vivimos en tiempos de locura colectiva. Tanto en público como en privado, tanto en el mundo digital como en el analógico, las personas se comportan de un modo cada vez más irracional, frenético, rebañego y, en definitiva, desagradable". En La Masa Enfurecida, Douglas Murray describe el escenario actual en el que, en el vacío de anteriores convicciones, se imponen doctrinas irrespetuosas con la necesaria madurez social.

Es en este ambiente, un tropel de fanáticos ha seguido las delirantes consignas de un delincuente llamado Pablo Hasél, condenado por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona, y pendiente de la firmeza de otras sentencias por agresión a un periodista y a un testigo de un juicio. Delitos contemplados en el Código Penal de un Estado de Derecho y que responden a la ética y legal correlación entre acción y responsabilidad. Cantar que piensa en balas que nucas de jueces nazis alcancen, que explote el coche de Patxi López, que es un error dejar vivo a Losantos o que se pongan mil kilos de amonal "a quienes manejan los hilos" no es libertad de expresión ni de manifestación artística. Éstas terminan cuando chocan con derechos constitucionales básicos. Y la labor de la Justicia es dilucidar si existe incitación al odio y la violencia. Y dictar el fallo.

Horas antes de ingresar en prisión a la que llegó pidiendo una mordaza para la prensa, el tipo tildó al periodista oscense y amigo Javier Gállego de mercenario del régimen, defensor de un Estado terrorista, criminal y otras majaderías en respuesta a una pregunta educada. Y en su nombre, con el fuego cruzado de un partido del Gobierno, la violencia asaltó las calles. Inaudito, triste. Acabaremos haciéndonos daño. Y quizás sea tarde.