Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

"Manifa" a la contra

"Manifa" a la contra
"Manifa" a la contra
S.E.

Tenemos suerte. Aseguraba el poeta Heinrich Heine que, allí donde se queman libros, se acaba por quemar a los hombres. No hay riesgo de que los vándalos de estos días consuman mucha librería, por lo que la integridad física de los lectores parece a salvo. Lo malo para quienes se cultivan es que retumba el eco de Ray Bradbury y su terrible sentencia en Fahrenheit: la literatura nos recuerda lo tontos y estúpidos que podemos llegar a ser.

Nosotros sí que albergamos motivos de sobra para la indignación. Si los autores consideran que los libros cobran vida a través de los lectores y de los recuerdos, los fallecidos están profundamente enterrados. En los últimos años, la oficialidad iletrada y la intelectualidad perezosa han dejado pasar oportunidades extraordinarios para colocar en el pedestal que les corresponde a grandes escritores que no sólo son patrimonio sino que han enriquecido el patrimonio de nuestro saber. E ignominiosamente hemos dejado pasar como vagos irresponsables el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, el centenario de los nacimientos de Cela y Delibes o la centuria desde que se fue Benito el Garbancero. Apenas unas ruedas de prensa cargados de programas pomposos e incumplidos. Como casi todo.

Frente a la entronización de la estulticia y al enaltecimiento de la violencia, los sedientos de cultura debiéramos programar una contramanifestación en toda España (yo creo que en Huesca podría organizarla la Asociación de Librerías) en la que la expresión de la paz y de la dignidad humana se reflejara en portar uno de los libros que ha marcado nuestras vidas. Ningún alegato mejor por la convivencia y el respeto, ni ejemplo más óptimo frente a la ignorancia. Estúdiese, por favor.