Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

El buen maestro, un guía en la vida

El buen maestro, un guía en la vida
El buen maestro, un guía en la vida
S.E.

Hace muchos años, en una entrevista de las que marcan hitos en la profesión, Antoni Tàpies me explicaba que los cuadros cobran voluntad propia. Que nacen con la intención del artífice, pero van modulando su realidad hasta que, con la firma, queda perfilado su destino. El que ha querido la obra sobre el eje alumbrado por el pintor.

Algo similar sucede con nuestros días. Los hay que amanecen pletóricos de sol y las peripecias derivan hacia la oscuridad. Y viceversa. Los que emanan esquematizados en su organización y acaban en el caos absoluto. Los encauzados hacia el ocio y se desvían hacia una obligada afanosidad. Los indicios se cruzan, en ocasiones, por la mañana. Leía el sábado las anotaciones de un profesor de un instituto de Toledo, Ángel Tercero, en un examen de Química. De 10 la alumna. Pero el docente no se limitó a la calificación. Sobre la prueba, escribió: "¡Gracias y mil veces gracias! Por tener el placer de ser tu profesor, por ver tu trabajo, tu actitud y tu interés en la materia. Te superas día a día. ¡Eres admirable! ¡Nunca dejes de creer en ti! ¡Vales mucho!". A otra estudiante le deseó mucha suerte, "doctora Sánchez Velasco". Motivación en vena.

Me recordó al Profe Ramón, Ramón Rodríguez, que hace unos años fue reconocido por incorporar unas notas paralelas de carácter emocional: valoraba ser feliz, la sociabilidad, el humor, el compañerismo,... Completar y complementar la personalidad que se va forjando.

Un maestro es un guía. Lo que el anglicismo del mundo de la empresa denomina "coach". Enseña el camino correcto en el que, de acuerdo con la individualidad y la aceptación de conceptos éticos, el aspirante a ciudadano comprometido con su sociedad escogerá las huellas de su sino. En ese senderismo existencial, el ser se desenvuelve con el libre albedrío, pero tendrá todas las herramientas para la consciencia de su propia responsabilidad.

La comunidad debe asumir la trascendencia del profesor para su transformación. El mismo sábado, leía el descontento de quienes acompañan a nuestros hijos porque, paradójicamente, han estado desamparados en el retorno presencial de las clases. Sin recursos, sin pautas, sin espacios. Mal negocio la desidia sobre quienes forman en valores y conocimiento a los arquitectos sociales del mañana.

La noche llegó con la película "El buen maestro" de Olivier Ayache-Vidal, que aferró más las convicciones y la fe en Ángel Tercero, el profe Ramón y los miles de docentes que en España son. Si contagian el efecto Pigmalion a los pequeños para que por sí mismos asuman y edifiquen su personalidad, no sólo todos nos creeremos mejores, sino que lo seremos.