Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La Carrasca de Lecina, un símbolo

Con ocho días por delante para conseguir el sueño de elevarlo al trono del Árbol Europeo del Año, la Carrasca de Lecina nos ha ofrecido ya, con su proclamación como mejor ejemplar español y como candidato continental, un buen motivo para abrazar una bandera. Necesitan las comunidades, las ciudades y los pueblos símbolos que unan, que sumen las voluntades, que alcen el orgullo de pertenencia, que personifiquen los elementos urbanos, los patrimoniales históricos y también los naturales. Todo el legado recibido nos identifica y, a través de la identidad, define cuáles son nuestras fortalezas para trabajar internamente y para relacionarnos con otras regiones, con otros países.

La Carrasca de Lecina se ha erigido ya, sea cual fuere el resultado tras el minuto final del día 28, en un tronco fuerte al que aferrar nuestra personalidad. Una historia, un relato, como preconiza la organización del concurso Árbol Europeo de 2021. En el imaginario y en el carácter de los pueblos, se entrelazan leyendas maravillosas, episodios admirables, verdades y sueños, amores y hazañas épicas, intimidades que se aferran a la corteza, fiestas que contempla desde arriba la soberana copa. Un perímetro sobre el que rodear la vocación de convivencia de un pueblo. Hoy, se cierra ya la transparencia del sufragio, para evitar en la última semana tentaciones que ya han aflorado en las últimas fechas -léase la sanción a Rusia por emitir votos irreales desde el espacio cibernético con sus triquiñuelas-. Hay que continuar en el empeño durante toda la semana, aunque se merme la emoción por la inexistencia de pistas sobre la evolución clasificatoria. A primeros de marzo, sabremos si este gran atractivo turístico agranda los encantos del destino altoaragonés. Pero ya ha conquistado miles de corazones y nos ha abrazado en su contorno milenario. Un triunfo.