Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Impunidad de rebaño

Impunidad de rebaño
Impunidad de rebaño
EFE

Anhelantes como estábamos de escuchar la proclama presidencial cual fumata blanca, "habemus inmunidad de rebaño", cuando una inoportuna P, la de pena, pesar, patético, podredumbre, hasta la de pandemia, se ha comido la M (sí, ya sabemos que en estos tiempos por M siempre se nos ocurre algo muy escatológico y nauseabundo), y en los últimos días ha emergido, triunfal y rebosante de poderío (otra con P), la "Impunidad de rebaño". He de reconocer que me gusta más para la ansiada protección la palabra "grupo" que la rebañega, aunque en tiempos de voceros iletrados el diminuto cerebro de los herbívoros se ha adueñado de las mentes libres.

Si no hubiera impunidad de rebaño, sería imposible de explicar que un botarate haya movilizado a las masas no vociferantes que, como un buldócer, demuelen cuanto hallan a su paso, con el virus del odio y del delito, siempre negocios e inmuebles que han costado años de sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas, los cuatro sacrificios reconocidos por Winston Churchill como resistencia a los nazis. De similar ralea a las tropas malvadas son muchos de los que, en medio de la inacción gubernativa y de la depresión policial, están poniendo patas arriba un Estado de Derecho con la anuencia reverencial de uno de los dos partidos del Gobierno de la Nación (española) y el aliento -apretéu, apretéu- del tercer partido en las urnas catalanas.

Impunes porque la violencia no va a ser castigada, rebaños porque siguen pastando de su ignorancia y su malignidad libres por las calles, a la espera de que otro asno ("Rapero y yo", en versión moderna de Juan Ramón Jiménez) cante que "Podemos"... Cierto. Sí se puede. Y es que, como escribió Honoré de Balzac, "la resignación es un suicidio colectivo".