Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Eficiencia en la vacunación

Con cierta envidia, los ciudadanos comprobamos la evolución de las vacunas en países como Israel, Gran Bretaña o los árabes, mientras China anuncia miles de millones para las áreas en vías de desarrollo y conocido es que la Sputnik rusa ha partido como un cohete hacia determinados continentes. La Unión Europea, mientras tanto, a por uvas constatando que la eficiencia es una palabra que ha desaparecido prácticamente de todas sus políticas y se ha desplomado de manera inaceptable en una cuestión tan sensible como es la de la inmunización. No deja de ser dramático que todavía se mantengan contratos con farmacéuticas que prácticamente han denunciado a su desarrollo (léase la francesa Sanofí) y que se taña el bombo y el platillo para algunas otras inyecciones que no estarán, en el mejor de los casos, hasta finales del presente año.

En ese lugar tan común como irrisorio que es el de que saldríamos mejor de esta crisis sanitaria, la fatiga de la pandemia está provocando un malestar creciente en muchos colectivos que, con razón, defienden su esencialidad, a la par que se incumplen todos los plazos de vacunación aireados en presuntos planes nacionales o europeo que no responden a los principios de toda estrategia, que parten de alcanzar objetivos alcanzables y medibles. Hoy saltan a nuestras páginas los empleados de supermercados, justo cuando se empieza a adelantar el calendario para los docentes (merecen mayor diligencia) y todavía restan algunos otros grupos relacionados con la sanidad privada o con distintos sectores que han sido fundamentales para protegernos en unas circunstancias extremas, trágicas. Los gobiernos han de dar respuestas porque en el acierto y las demoras se sustanciarán nuestra salud y nuestra economía.