Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La exigencia de urbanidad

RV: paseo perros
Los paseos con los perros forman parte del paisaje urbano.
D.A.

NOS PARECEN arcaísmos y, sin embargo, son como los clásicos que vuelven recurrentemente. Términos como probidad o urbanidad debieran formar parte de nuestro día a día, por su relación inseparable con la honradez individual y el respeto que constituye la esencia de nuestro ser social. Se ha evaporado de nuestra presencia una virtud, la urbanidad, que tuvo su propio manual de 1885 trasladado a los usos durante muchas décadas en España. Para nada es ni retrógrado ni inútil su utilización, y no hay más que acudir a su acepción como comedimiento, atención y buen modo. Cuando hoy hablamos de las normas de convivencia y las administraciones estipulan condiciones y sanciones, en realidad estamos reconociendo un cierto fracaso colectivo que se inicia en las personas a título particular cuando no saben identificar las reglas no necesariamente escritas que favorecen la convivencia desde la que se cimienta la responsabilidad y se robustece la libertad.

Uno de los ejemplos más evidentes es el debate incesante que se produce en torno a las mascotas. Adquiere, precisamente, una mayor relevancia el asunto porque en realidad trasladamos al espacio urbano a unos animales cuyas condiciones naturales de vida se sitúan en el campo, en los escenarios rurales donde pueden desenvolverse con la fluidez de la condición de cada uno de ellos. Sin embargo, incorporados al paisaje ciudadano, es imprescindible articular las normas para que su dignidad no se vea alterada ni sus necesidades fisiológicas alteren el sosiego y la serenidad de las personas. Sin estridencias, las conductas inadecuadas han de ser señaladas proporcionadamente por quien sea testigo de ellas, así como multadas cuando la autoridad así lo considere. Recobremos el sentido de la urbanidad sin complejos.