Opinión
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  • Diario del AltoAragón

El (pen)último sacrificio

Procesión de Semana Santa en Huesca en 2019.
Procesión de Semana Santa en Huesca en 2019. 
Pablo Segura

Gobierno y comunidades autónomas buscan los difíciles acuerdos sobre la Semana Santa. No es fácil. Prácticamente nadie se atreve a pronunciar el famoso verbo, salvar, bajo cuyos auspicios tantas tragedias, tantos dramas y tanto dolor se ha ocasionado. No, perdida buena parte del verano y la Navidad a medias –en realidad el gran error fue cometido por quien concibió muy mal el sentido de la festividad e inundó de virus lo que debiera haber sido un área general de protección-, ya asumido por parte del cuerpo eclesiástico que no ha lugar a las celebraciones religiosas multitudinarias, sería un sinsentido que los meses de confinamientos y restricciones quedaran en el limbo de la nada con los riesgos que acarrearía. Los hosteleros y los comerciantes, el sector servicios, que han sido un ejemplo de responsabilidad, están resignados tras haber perdido las temporadas de la nieve y la práctica totalidad de las ocasiones para las escapadas y lo que demandan es la máxima diligencia en la vacunación y la mayor coherencia para no estigmatizar su oficio.

Por eso, hay que echar la vista al medio plazo del verano con una mayor exigencia a los gobiernos y a la Unión Europea para que el proceso de vacunación sea mucho más eficaz de lo que ha sido hasta ahora. Por una cuestión estadística, cuanto menor sea el universo contagiable, menos posibilidades hay de una extensión descontrolada de las infecciones. A punto de cumplir un año desde el comienzo del estado de alarma, constatada tanto la dificultad de la predicción como la incapacidad de varios de nuestros sistemas, ahora nos corresponde nuevamente ser precavidos a nosotros, a los ciudadanos. Aunque tan solo sea por egoísmo, por el interés de relanzar la actividad y, por tanto, abandonar este hondo pozo que nos ha atenazado.