Opinión
Por
  • Belén Hernández Fumanal

¡Que viva la lucha de las mujeres! 8 de marzo de 2021

La jueza del 8M: "La causa no se dirige contra Fernando Simón"
Imagen de archivo de un acto reivindicativo del 8M
P.S.

MÁS ALLÁ del mal intencionado debate sobre si es conveniente seguir la tradición y salir a las calles este 8 de marzo, quizá sea más necesario reflexionar sobre la desigualdad de género que ha puesto de manifiesto el actual contexto de crisis.

Estamos ante una crisis sanitaria sin precedentes que ha conllevado, a su vez, una crisis económica y social en la que las mujeres, una vez más, nos hemos visto particularmente afectadas.

En primera línea. Ahí han estado las mujeres. Como trabajadoras sin descanso en el ámbito sanitario, farmacéutico, en el entorno docente, como investigadoras, trabajadoras de la limpieza, de supermercados, cuidadoras de residencias, de personas dependientes, etc.

Así, fuera de casa, como trabajadoras esenciales haciendo frente a la covid-19 en el ámbito privado, y responsabilizándose también del cuidado familiar y de las tareas domésticas, trasladando en muchos casos la “oficina” a la cocina o al salón de casa, mientras hacían malabares con el cuidado y las clases de sus hijas e hijos.

Sí, en primera línea. Fuera y también dentro de casa. Como trabajadoras, como cuidadoras, como madres, como esposas, como hijas, como abuelas, como hermanas.

En este tiempo han sido más mujeres las que han sufrido un ERTE o han perdido su empleo, las que han tenido que cerrar su empresa y, en general, las que han visto frustradas en mayor medida sus expectativas laborales.

Tampoco podemos olvidar a las mujeres víctimas de la violencia de género que, durante todo este tiempo, han tenido que sufrir en silencio la humillación, los insultos y las agresiones físicas y sexuales de los maltratadores con los que han tenido que convivir a diario, sin escapatoria.

Todo lo vivido en el último año ha contribuido, sin duda, a aumentar aun más la brecha de género ya existente antes de la pandemia, asumiendo las mujeres más carga de trabajo y de cuidados, aumentando la violencia de género, el desempleo y la pobreza.

En todas las crisis por las que ha pasado la sociedad a lo largo de la historia, las mujeres siempre han sido las más castigadas, dejando claro que nunca en la historia mujeres y hombres han estado en la misma posición social.

Ojalá esta crisis hubiera sido distinta y nos hubiera demostrado que los logros conseguidos en los últimos años se conservarían también en caso de pandemia. Pero no. Hemos visto con qué fragilidad los pasos que dimos hacia delante con tanto esfuerzo volvían hacia atrás sin vacilación, aunque a nadie parezca sorprenderle. Si antes aún nos quedaban muchos derechos por conquistar y mucho machismo que destruir, hoy el reto todavía es mayor.

Como todos los 8 de marzo, debemos seguir reivindicando el fin de la violencia contra las mujeres, de la trata y de la explotación sexual; debemos exigir sin condiciones una remuneración justa: a igual trabajo, igual salario; debemos recordarle al mundo que cuando decimos no, significa no, y que si nos tocan a una, respondemos todas; debemos reivindicar una distribución equitativa de las tareas domésticas y de los cuidados familiares; debemos reclamar el fin del patriarcado en la sociedad, también en la justicia. En general y como no puede ser de otra manera, debemos decir basta a toda forma de discriminación contra las mujeres y exigir una igualdad de género real y urgente.

Siempre lo hemos hecho. Todos los 8 de marzo hemos salido a las calles a reivindicar justicia, respeto y dignidad para las mujeres, agitando nuestras banderas con gran orgullo, abrazándonos todas en esta lucha.

Cuando sea seguro, volveremos a las calles a dejar oír nuestras voces, a mirarnos a los ojos y a abrazarnos con fuerza. Mientras tanto, la lucha sigue. Cada día sigue. A cualquier hora y en cualquier lugar.

No dejemos que ganen aquellos que solo buscan crispación y titulares y que se empeñan en enfrentarnos, desviando la atención hacia lugares alejados de nuestra lucha. Que no nos distraigan de nuestro objetivo.

Si una cosa está clara es que el movimiento feminista es imparable y aunque no sea en las calles, estoy segura de que este año con más fuerza que nunca todas nosotras gritaremos: ¡Que viva la lucha de las mujeres! l