Opinión
Por
  • Javier García Antón

Las flores y las vacunas

Vacuna contra el coronavirus.
Vacuna contra el coronavirus.
S.E.

Escucho a Margaritis Schinas, portavoz de la Comisión Europea, en una entrevista radiofónica y, en cuanto acaba, empiezo a flagelarme. ¡Qué torpe soy! Casi me dan ganas de emprender el monólogo de Segismundo, ¡ay, mísero de mí, ay infelice! La cortedad de entendimiento, que si acaso comparto con unos cuantos millones de españoles, me ha hecho dudar de la eficiencia, ya no sólo la simple eficacia, de la Unión, que es la que dicen -falazmente- que hace la fuerza.

Ha venido a resultar que el plan estratégico de vacunación de la UE está resultando modélico, que para sí quisieran Israel, los países árabes, Reino Unido nuestra “calidad” (sic, con un par...). Que, en realidad, el anuncio de Joe Biden no es más que una manera distinta de contabilizar, que menos es más, y que blablabla. Oigan, y sí que es cierto, en un perfecto español (en el más óptimo que puede hablar un griego, que es alto pero con algún deje), que Margaritis Schinas da en las ondas un recital aclaratorio de las causas por las que los chinos, acostumbrados a medir absolutamente todo, se carcajean de los europeos, que todavia no se han dado cuenta de que la filosofía está muy bien cuando hay un fondo debajo, que es la verdad.

La soberbia de las instituciones comunitarios choca con la hemeroteca, que refleja que el 24 de agosto la UE anunció a bombo y platillo un plan con 830 millones de vacunas, 200 ya contratadas con Sanofí y GSK, que tardarán un mundo en ver la luz. Ana Obregón, en la lúcida respuesta a Irene Montero, concluyó con una hermosa y certera expresión que habrían de aplicarse todos los portavoces: las flores crecen porque llueve, no porque truena. Un poquito de respeto.