Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

El genio de un país

Manuel Azaña
Manuel Azaña.
EFE

Manuel Azaña, a quien Sánchez y Macron rindieron homenaje en Montauban, escribió unos lúcidos discursos finales en el grisáceo ambiente de su exilio francés. En uno de ellos, aseguraba que “no se puede gobernar contra el genio propio de un país, a no ser sometiéndole a mutilaciones horribles, como no se puede escribir contra el genio del idioma a no ser estropeándolo con pedantería y barbarie”.

En sus reflexiones, señalaba quien fuera presidente de la República que la razón sirve para comprender “por qué la montaña, al derrumbarse, nos aplasta, pero no se puede contener el derrumbamiento a fuerza de raciocinios”. Esgrimía en sus remembranzas que incluso había sido acusado de “traición” cuando propuso un gobierno de concentración del que se desmarcaron rápidamente las derechas y los socialistas, que vino a durar unas cuatro horas.

Azaña, objeto de análisis y de acopio de su aportación al pensamiento, fue un adelantado en muchos de los conceptos que expuso, como la importancia de la persuasión para acceder a la voluntad inasequible al camino de la razón. Con absoluta certeza, don Manuel hubiera abominado de la simplificación de los mensajes de hoy. Ya en su tiempo expuso su inquietud porque “casi todas las cabezas españolas parecían iluminadas por una vocación mesiánica”, y condenaba las “terribles hipérboles que prenden con facilidad en lo que el alma española tiene de visionaria”.

Es el flujo natural del pensamiento, que primero establece unas concienzudas premisas para desembocar en una conclusión. El contrario al actual de 320 caracteres y una obstinación digna de mejor causa. Una falta de respeto a la madurez ciudadana.