Opinión
Por
  • Javier García Antón

Ignorancia y prejuicios

salud mental
Mercado medieval a beneficio de Asapme, Asociación Oscense Pro Salud Mental.
D.A.

ES COMPAÑERA inseparable de la ignorancia la generalización. No es exclusivo de nuestra época, aunque se extiende como una pandemia. Einstein ya explicó que resulta más sencillo desintegrar un átomo que un prejuicio. A la espera de una intrigante serie, escuchaba uno de esos programas de entretenimiento en el que el marido de una famosa y cerval enemigo de la diseñadora cromática por excelencia aseguraba, sin despeinarse, que la prensa no tiene ningún interés en el problema de la salud mental. ¡Con dos gónadas! Y reincidió en el argumento. Total, que lo que comenzó con una torpeza de un diputado, prosiguió con un zasca a los medios de comunicación serios y concluyó, cómo no, en una charla insustancial, rosa y amarilla sobre no sé qué referente del famoseo. Como algunos córners que acaban en el portero propio o en gol.

Claro, el problema de los todólogos -aunque figuren en sus currículos la condición de escritores, guionistas y no sé cuántos oficios más de los que no viven, sólo de los programas más frívolos- es que hablan sin saber, generalizan para expandir las injusticias y, eso sí, adoptan una impostura de solemne autoridad.

Y, mientras, los periodistas si acaso aledaños por arriba al mileurismo buscan las fuentes, en este caso expertos en salud mental, transcriben las grabaciones, se documentan, intentan obsesivamente la pulcritud en el lenguaje, aceleran porque han de compaginarlo con notas de prensa en las que anuncian que Del Val acude a pontificar al hormiguero y, al final, oyen tamaña tropelía. La gran discapacidad de nuestros tiempos es la “anorexia actitudinal” para escucha, lectura y observación. Flacos favores al rigor que cercenan el futuro de una profesión que soporta las libertades y la democracia.