Opinión
Por
  • Félix Rodríguez Prendes

Aprender las lecciones de San José

San José con el Niño Dormido de Ángelo Nardi.
San José con el Niño Dormido de Ángelo Nardi.
D.A.

Santo del que sabemos muy poco pero del que podemos aprender mucho. Siendo un santo tan importante, hasta recientemente la Iglesia no lo había incluido en el Canon de la Misa. El caso es que por ser tan conocido, todo el mundo tiene Pepes en la familia, no se le echa en cuenta. Este año, además, la Iglesia lo ha dedicado a San José.

Lo primero que nos hace reflexionar es en qué nos parecemos a él: en principio, en el designio que Dios tiene para nosotros porque al ser llamados a la existencia Dios tiene un plan para cada uno. Quiere que participemos en la obra de la Redención y para ello primero nos llama. Vocación viene del verbo latino vocare que significa llamada, y designio no es otra cosa que misión, por lo tanto hemos sido llamados, de ahí nuestra vocación, para cumplir una misión. La vocación y la misión están íntimamente ligadas porque hemos sido llamados a la santidad y nuestra misión consistirá en escuchar –obedire en latín- que significa obedecer, para conseguirlo. Resumiendo nuestra vocación es escuchar la llamada y nuestra misión obedecer que viene a ser lo mismo.

Veamos en San José. En principio hemos de considerar que era un patriarca, con lo que eso significaba en el A.T., porque, aunque venido a menos, era de la casa de David, era un varón justo, que significa cumplidor de la ley y siendo así Dios le confía la posibilidad de la Encarnación, el misterio que la estirpe de David había esperado durante generaciones. Sin el fiat (hágase) de María no hubiera sido posible, pero ¿Qué hubiera pasado si José, cumplidor de la ley, no hubiera escuchado la Palabra de Dios? Porque según va comprendiendo el misterio de la maternidad de María, se considera indigno de interferir en los planes de Dios y por eso “decide repudiarla en secreto”, como nos relata San Mateo. Por tanto en el plan de Dios, desde antes de todos los tiempos, estaba María; pero necesariamente también estaba José, que recibió su propia Anunciación: “José, hijo de David, no temas recibir a María en tu casa” (Mat, 1-16). Hubo de ser un hombre “de la confianza de Dios”; primero porque era necesaria su aceptación del Plan divino y segundo porque Dios va a poner en sus manos nada menos que el cuidado y la protección de María y Jesús. El Señor solo confió el cuidado de su Madre a San José mientras vivió en la tierra y después a San Juan. Fue también un hombre valiente; el tiempo de desposorio era de un año aproximadamente y José lo redujo a tres meses. Cuando María fue a casa de José al regreso de Judá de la visita a su prima Santa Isabel, solo había pasado ese tiempo.

Seguramente que hubo de responder a muchas preguntas, empezando por su propio padre Jacob. Y También fue valiente a la par que demostró un amor por encima de todo a María porque cuando María dice al ángel ¿Cómo será eso, pues no conozco varón? Hemos de deducir que José estaba de acuerdo, algo insólito en su tiempo, en respetar el proyecto virginal de por vida de María.

A la vista de sus paisanos no hacía nada extraordinario: cuidaba y protegía a su familia, trabajaba en un oficio modesto, trabajaría bien y sobre todo que para él todo tenía su inicio en Dios y Dios era el fin de todo, algo que solo se consigue estando a la escucha. Cada día eso le debemos pedir al Señor: “que nuestra oración y nuestro trabajo comiencen siempre en Ti, como su fuente y en Ti lleguen a feliz término”, que es el camino mejor para cumplir y tratar de conseguir el éxito en la misión que comporta nuestra vocación y que no es otra que ser santos.