Opinión
Por
  • Antonio Casado

Amores reñidos

Pere Aragonès y Ada Colau
Pere Aragonès y Ada Colau
Agencia EFE

EN CUESTIÓN de amores reñidos no es mayor la fractura en las filas izquierdistas del Gobierno del Estado que en las independentistas del Govern. El despropósito es un ingrediente de ambas coaliciones.

Tan incoherente es que Podemos y Psoe se tiren a matar en la campaña de Madrid como que ERC y JxCat hagan lo mismo en la pretendida unidad de acción contra el Estado “represor”. Ha ocurrido con el preacuerdo de ERC con la CUP sobre el aspirante a “president”, Pere Aragonés, y con el programa básico de medidas de cara a la Legislatura recién estrenada. Sin perjuicio de que las imprevisibles bases de la CUP pudieran rechazar el mencionado preacuerdo en sus asambleas, el movimiento de ERC, mirando a JxCat, ha consistido en declarar a la CUP su socio preferente. O sea, sartenazo en el bajo vientre de Puigdemont ausente y Borrás presente, cuyo partido desciende al rango de subalterno. Lo llaman a sentarse ante un guiso precocinado por dos de las tres fuerzas independentistas.

Lo que proponga el tercero -el marginado- deberá casar con ese guiso, lo cual limita notablemente la capacidad de maniobra de los seguidores de Laura Borrás y, en el caso “perdido” de Puigdemont, los seguidores del prófugo de Waterloo. Junqueras y Aragonés desbaratan así las maniobras dilatorias de JxCat, utilizadas como elemento de presión para reforzar sus tesis en las negociaciones para la formación del Govern. La presidenta del Parlament, Laura Borrás (JxCat) ya no podrá especular con la fecha de la investidura, con la aceptación de la candidatura de Illa a la investidura o con la amenaza de considerar fallida la ronda de consultas para proponer un candidato a la presidencia de la Generalitat. Ahora ya no podrá ignorar que existe un candidato (Aragonés) respaldado por al menos 42 diputados, uno más de los que apoyarían la eventual candidatura del socialista Salvador Illa.

El plazo termina el viernes que viene, fecha límite para celebrar la sesión de investidura, so pena de dejar correr el plazo de dos meses sin candidato, lo cual desembocaría en la repetición de elecciones. Es una hipótesis improbable la de que JxCat, utilizando las facultades de la presidenta del Parlament, impida la formación del gobierno “vietnamita” que, según los neoconvergentes, quiere formar Pere Aragonés. Pero sí es verdad que el margen negociador de JxCat se reduce con el apareamiento ERC-CUP, marcado por una agenda de izquierdas (vivienda, sanidad, nuevo modelo policial, etc) teóricamente ajeno al catecismo ideológico de los herederos de Pujol.

Pero les une el ahora llamado “embate democrático por la independencia” y una renovada hoja de ruta soberanista. Eso supone que, en todo caso, las diferencias entre neoconvergentes y republicanos nunca llegarían a provocar un alineamiento con el PSC.