Opinión
Por
  • Javier García Antón

La risa y la diversidad

Isabel Celaá Gobierno Educación
Isabel Celaá, ministra de Educación.
Agencia EFE

TENGO en la cabecera de mi mente a Víctor Ruiz Iriarte y su magistral formulación: la sonrisa es el idioma de las personas inteligentes; solo los tontos y los delincuentes no sonríen.

La risa, aledaña pero no imprescindiblemente asociada a la sonrisa, es otra cuestión. Es la secuencia de un humor blanco, verde, negro, absurdo y hasta estulto. El realmente excelente se manifiesta en auditorios pequeños, como los que frecuentaba el gran Eugenio. O los monologuistas excelsos de hoy. O el Mago More, que en su prontuario existencial tiene dos reglas que son dos deseos: ayudar y hacer reír. Sonríe poco, empero, con la polémica de la educación especial. Todo relacionado.

Celaá, en una expresión que la desacredita, achacó a un diputado opositor venir de la nada, sin contacto con el mundo educativo, ni con los padres, los hijos o los profesores. “Usted no sé de qué habla”. La falta de educación de la ministra de la tal cartera hubiera merecido una recriminación similar a la del congresista que interrumpió con estupidez a Errejón mientras éste hablaba de salud mental. Y, sin embargo, la bandada propia prorrumpió en la carcajada propia de la masa en su adoración del líder. Acrítica, irreflexiva, propia de las novelas apocalípticas más inquietantes.

No es cuestión baladí que su señoría insultada tenga descendencia con síndrome de Down y conozca en experiencia propia la imprescindibilidad de la educación especial que congrega a 37.000 españoles. Ni que la ministra se aferre a los topicazos de los anhelos de segregación que achaca también a la Plataforma Educación Inclusiva. Es que, además, la educación somos todos, sin excepción. Y jugar a apartar al rival no tiene puñetera gracia. También en la risa reposa el valor de la diversidad. l