Opinión
Por
  • Javier García Antón

El jardín de las palabras

biblioteca inaguracion pablo segura
Leer, un gran ejercicio para enriquecer nuestro léxico. pablo segura
Pablo Segura

UN EJERCICIO recomendable es pensar en las palabras que se erigen en trascendencia a lo largo de nuestras vivencias, sea de toda una existencia, sea de una época en concreto. Con certeza, variarán dependiendo del estado de ánimo y de la capacidad transformadora de cada uno de nosotros, de nuestra actitud para sobreponernos a los nubarrones o para entender con humildad cuando nos sonríen los acontecimientos, cuando nos acompaña la serenidad.

Leo en un portal tecnológico literario las 10 palabras más bonitas del idioma, dentro de la febrícula que nos contagia de elaborar ránquines. Son hermosas, sí, plagadas de connotaciones, adaptables a muchas de nuestras escenas cotidianas. La dulzura de “Melifluo”, lo increíble de “Inefable”, esa grata sorpresa del hallazgo a través de la “Serendipia”, la atracción con la “Limerencia”, lo delicado “Etéreo”, el color rojizo de las nubes “Arrebol”, el policromatismo de la “Iridiscencia”, la frescura de lo “Inmarcesible”, el rosario verbal perfecto de la “Elocuencia” y la intensidad de lo “Efímero”.

Esta práctica de la abstracción nos permitiría, en nuestra personalización, dibujar nuestro retrato sentimental y hasta racional, un desnudo en todas las condiciones. En esa “musculación” mental, ahuyentaríamos algunos de los complejos sobre la herencia de un idioma fabuloso, que congrega en su diccionario más de 90.000 vocablos de los que, dependiendo de la riqueza formativa, utilizamos entre 1.000 y 5.000.

Avanzar en el dominio del lenguaje nos puede permitir erigir una obra con firma propia, como decía José Martí, matemática, geométrica y escultórica, porque la idea ha de encajar en la expresión con la convicción de que cualquier desajuste acaba con la integralidad del pensamiento. Practiquemos.